Los orígenes del caballo chileno

Por César Barros Montero.

Los orígenes del caballo chileno se remontan al año 1540 cuando el Conquistador, don Pedro de Valdivia, en su primera expedición, trajo desde el Perú a los primeros 75 ejemplares entre potros y yeguas, con los que realizó el difícil trayecto por el desierto y cruzando la cordillera. Más tarde, Alonso de Monroy trajo 70 ejemplares más, que se incrementaron con cuatro remesas adicionales llegadas desde El Cuzco, con lo que en menos de siete años se formó una masa de no menos de 500 equinos. Estos fueron reforzados con 42 reproductores escogidos que trajo el gobernador Hurtado de Mendoza, que se supone eran de mayor alzada y elegancia que los ya existentes.

Cabe mencionar que los caballos que llegaron a Chile (como en general a América) eran equinos de trabajo, lo que en general se llamaban “jacas” y “rocines”. No eran los caballos “de la nobleza” conocidos como guzmanes y valenzuelas, que dieron luego origen a los famosos lipizzanos de los emperadores Habsburgo. Eran caballos de trabajo de la región de Andalucía, provenientes de una mezcla de los caballos visigodos (de ahí los colores pardos claros y la raya de mula en el lomo) y los caballos berberiscos o bereberes (no confundir con los caballos árabes de cabeza cóncava). El bereber tenía más alzada que el caballo celta, y era más resistente; de esta mezcla vienen todos los caballos criollos de América y el de Chile, que es un caballo de alzada más bien pequeña, muy resistentes, y con buenos huesos.

La geografía chilena aisló a estas masas caballares por la cordillera, el desierto y las guerras de Arauco hasta fines del siglo XIX. Así, se creó una raza autóctona, de gran docilidad, acostumbrada al paisaje cordillerano y a lugares de trabajo más bien acotados. El primer criadero chileno fue propiedad del obispo Rodrigo González de Marmolejo, en sus haciendas de Melipilla y Quillota.

Entrado el siglo XIX algunos grandes hacendados trajeron de Europa caballos de otras razas: árabes, hackneys, percherones, ingleses de carrera, etc. y comenzaron a mezclarlos con los criollos. Ante esto, agricultores y ganaderos preocupados de perder la pureza de nuestra raza, decidieron iniciar un stood book de la raza —denominado Registro Permanente—, el que se abrió oficialmente en 1893, siendo este registro el más antiguo de Sudamérica, y el tercero más antiguo del hemisferio occidental. Fue un grupo de criadores encabezado por Raimundo Valdés y sus colegas de los SNA quienes iniciaron la dura tarea de recorrer Chile de norte a sur, eligiendo cuáles serían los primeros caballos “inscriptos” basados en sus antecedentes, morfología, y aptitudes vaqueras.

Las primeras entradas en el stood book se escogieron entre las mejores y más representativas: las así llamadas familias “cuevanas” de Doñihue y las quilamutanas de Melipilla. El primer inscrito fue el potro Bronce de Diego Vial Guzmán. La estatua del “modelo” está en la Sociedad Nacional de Agricultura y corresponde al potro Azahar II del criadero Aculeo. De alzada promedio 1,42 metros aproximadamente, pelaje tupido, con tres capas de pelos; cascos duros y pequeños; crines y cola abundantes y crespas. Cabeza acarreada, orejas pequeñas y movibles, cuello corto y fuertemente insertado en la paleta. Las capas más típicas son los bayos y barrosos con raya de mula en el lomo. Seguidos por los mulatos, negros y los “colorados”. Menos típicos son los alazanes, rodillos y tordillos.

Hay en Chile más de 7.000 criaderos, y son la base de criaderos criollos en Brasil y en la Argentina. El stood book está a cargo de la SNA y de la Federación de Criadores de Caballos Chilenos.