Pacto de Tregua con Bolivia

Editado por Rafael González Amaral

Nota: Este texto corresponde al tomo IV, capítulo XLIII de la obra “Las cuatro campañas de la Guerra del Pacífico” original de Francisco Machuca y reeditada por la Academia de Historia Militar. Esta reproducción está autorizada por el editor para este sitio web y solo para fines educativos.

El coronel Velásquez, para afirmar la posesión de Arequipa envió una división a la plaza de Puno, puerto sobre el Titicaca, término del ferrocarril de Mollendo a Arequipa. El 2 de noviembre salió un convoy de cuatro trenes, a cargo del coronel Diego Dublé Almeyda; conduciendo los batallones movilizados Lautaro y Coquimbo, dos piezas Krupp de montaña y 25 jinetes, en dirección a Puno.

La división alojó en Vincocaya, estación situada en la cumbre de la cordillera, a 4oo0 metros sobre el nivel del mar. La tropa durmió en los carros, soportando una temperatura atrozmente baja, combatida apenas con frecuentes infusiones hirvientes de coca y café.

El convoy descendió en la mañana del 3 hasta la estación de Juliaca, donde se bifurcaba la línea; arrancaba al norte el ramal a Santa Rosa, sobre el trazado Juliaca-Cuzco; al sur, continuaba el ferrocarril en actividad a Puno.

El coronel recibe en Juliaca un telegrama del alcalde municipal de Puno, Manuel Zea en el que le hacía entrega pacífica de la ciudad.

La división pernoctó en Juliaca, para no entrar de noche en una ciudad enteramente desconocida.

Los trenes se pusieron en movimiento a las primeras horas del día 5. A dos kilómetros de la capital se presenta en cuerpo la ilustre Municipalidad; hizo entrega de la plaza, abandonada por el prefecto monterista, Gregorio Miró Quezada.

El comando divisionario había dado al coronel jefe de la expedición las siguientes instrucciones:

  • Impedir la reunión de elementos de resistencia al Gobierno del señor Iglesias, por algún caudillo peruano.
  • Recoger el armamento e individuos dispersos del ejército de Montero.
  • Estudiar los recursos, caminos y lugares estratégicos, al norte y sur de Puno y los servicios navales del lago Titicaca.
  • No pasar la línea fronteriza con Bolivia, pues solo se trata de dar unidad al Gobierno peruano en ejercicio.
  • Ocupar a Santa Rosa, si lo creía oportuno y asegurarse de la opinión dominante en el Cuzco.

La guarnición se alojó en buenos cuarteles, recibió trato cariñosa y buena alimentación.

El jefe de Estado Mayor, teniente coronel de artillería José Eustaquio Gorostiaga, confeccionó el itinerario a Bolivia, terrestre y acuático, en conformidad a las órdenes del Cuartel General de Arequipa.

El Gobierno de Bolivia retiró a Chililaya los dos únicos vapores que hacían la navegación del Titicaca, el Yavari y el Yapurá. Con esto creyó dominar el tráfico del lago.

El coronel Velásquez pidió a la división naval una lancha torpedo, que no tardó en llegar a Puno por el ferrocarril de Mollendo, a cargo del teniente Ángel Custodio Lynch, un guardia marina y veinticinco hombres de tripulación.

La Colocolo, nombre de la lancha, fue llevada sobre rodillos desde el ferrocarril al muelle de Puno.

La noticia corrió hasta Bolivia, cuyo Gobierno creyó prudente no exponer a los únicos barcos a vapor a ser hundidos por los torpedos enemigos.

Ambas naves vinieron a entregarse a Puno; el coronel Dublé Almeyda las utilizó para el tráfico de la costa, en donde se proveía de taquia, excremento de la llama, único combustible usado en el departamento para cocinar, para los usos industriales y mover los vapores.

Fijó las cabezas de etapas de guerra en la línea de operaciones de Puno a Desaguadero, en las siguientes localidades

  • Chucuito, a 20 kilómetros de Puno, una jornada;
  • Ylave, a 40 kilómetros de Chucuito, dos jornadas;
  • Juli, a 25 kilómetros de Ylave: una jornada;
  • Pomata, a 20 kilómetros de Juli, una jornada;
  • Yunyuyo, a 25 kilómetros de Pomata, una jornada.

El Estado Mayor designó a Yunyuyo como cabeza terminal de etapa de guerra, por su calidad de puerto de fácil acceso sobre el Titicaca.

El itinerario estableció como etapas de camino a los siguientes centros, dada su población, recursos y facilidad vial.

  • Yunyuyo a Zepita, 35 kilómetros, una jornada;
  • Zepita a Desaguadero, 10 kilómetros, una jornada;
  • Desaguadero a Huaquí, 25 kilómetros, una jornada;
  • Huaquí a Tiahuanaco, 20 kilómetros, una jornada;
  • Collo Collo a Loja, 15 kilómetros, una jornada;
  • Loja a La Paz, 35 kilómetros.

Poco tiempo después, el comandante Gorostiaga inspeccionó los puertos de Juli y Pomata en la costa sur del Titicaca, para combinar sus observaciones con el itinerario terrestre, escoltado por sus subordinados.

A bordo del vapor Yavarí se trasladó el comandante con una escolta de 12 individuos del Lautaro, a cargo del subteniente M. J. Avilés de Puno a Juli. Gorostiaga deseaba conocer los caminos y los recursos de la zona, en víveres y forraje; las comodidades de esos pueblos para una división y recoger datos relativos a las actividades del ejército boliviano y sus preparativos bélicos a la otra banda del río Desaguadero.

He aquí la conclusión de sus estudios:

Los caminos, en su mayor parte, van por la costa del lago; son buenos y provistos de forraje, agua, ganado vacuno y lanar; los moradores cariñosos, demostrándose amigos dispuestos a ayudar a los chilenos con sus recursos, si el ejército marcha sobre Bolivia.

Juli puede soportar en campamento bajo techo, de ocho a diez mil hombres, ocupando las cuatro iglesias de San Juan, Santa Cruz, San Pedro y la Asunción, el cuartel y 19 casas particulares, cuyos propietarios las facilitan sin remuneración.

Contiene en sus campiñas forraje suficiente para un regimiento de caballería, recursos de vida para la tropa y combustible, consistente en taquia, copo y queña, para largo tiempo.

El camino de Juli a Pomata es bueno y socorrido, como los anteriores; contienen una pequeña cuesta bien poco sensible al ascenso, que principia en la plaza principal y termina en Chacaoacheta, siendo su mayor altura en Cruzpa, y su largo total de tres cuartos de legua peruana. El río Ylabe corre actualmente con mucho caudal, debido a las intensas lluvias las caballerías nadan y los peatones pasan en balsas, de las que hay de 25 a 30.

En Huaqui se halla de avanzada el Regimiento de Caballería Bolívar, fuerte de 200 hombres; el puente Desaguadero está custodiado por dos soldados montados de caballería, con orden de retirarse a dar aviso a Huaqui tan pronto como divisen fuerzas chilenas; y Pacheco Céspedes salió de La Paz a Cochabamba a formar un escuadrón de caballería.

El comandante se reembarca para trasladarse a Pomata. Esta población puede alojar cómodamente de 2000 a 2500 hombres, utilizando la iglesia de San Miguel, el cuartel y algunas casas particulares, bastante cómodas.

Pomata goza de clima sano y abrigado; tiene recursos de todo género; los habitantes, entusiastas, se muestran contentos por la expedición y dispuestos a ayudar al ejército si opera sobre Bolivia.

Los cerros que rodean la ciudad se prestan a una fácil defensa, pues de Pomata a Zepita se evita la cuesta por un desvío del camino que conduce a la pampa de Buenavista, muy pastosa y perfectamente plana.

Velásquez comunicó a Santiago que la división estaba lista y pensaba enviar al batallón Coquimbo a Santa Rosa, para ocupar el Cuzco, en caso de que aún no se expedicione sobre Bolivia.

La Moneda ordenó que las fuerzas permanecieran en Arequipa y Puno, en espera de órdenes.

La conquista de Arequipa con prescindencia de S. E. enajenó a Velásquez la voluntad de Santa María, que gustaba de ser consultado en todo y para todo por los jefes encargados de dirigir operaciones.

En un primer movimiento de malhumor dispuso el reemplazo de Velásquez por el héroe de Huamachuco, recién nombrado jefe del Estado Mayor General de la división en Arequipa. Después ordenó que el general en jefe reviste esta división, ingresada al ejército de operaciones en el norte, por disposición suprema.

El almirante dejó en su lugar a Gorostiaga y se embarcó en Chorrillos a bordo del Amazonas con dirección a Mollendo.

En este puerto tuvo la oportunidad de recibir la visita de los señores Salinas y Boeto, a quienes atendió debidamente y puso a su disposición un transporte, para el traslado de la delegación a Valparaíso con entera independencia.

Durante su permanencia en Mollendo organizó el servicio aduanero, cuyas entradas mensuales subieron a 100 mil pesos fuertes de plata.

En Arequipa se sintió satisfecho con las condiciones de comodidad e higiene de los cuarteles; la disciplina. y moralidad del personal, y las buenas relaciones existentes entre las autoridades chilenas y las representantes del general Iglesias. La ciudad se entregaba tranquilamente a sus labores, resguardada por uno de los batallones chilenos que hace el servicio de policía de seguridad.

El rodaje militar y administrativo andaba bien; más no encontró aceptable el monto de los gastos de la guarnición. Es verdad que el Gobierno del general Iglesias costeaba los gastos de la expedición; pero como el fisco peruano carecía por el momento de recursos, la Comisaría del Ejército adelantaba a buena cuenta los fondos necesarios para subvenir a los desembolsos urgentes.

La guarnición costaba mensualmente 300 mil soles fuertes de plata, la aduana de Mollendo producía 100 mil; la Comisaría, cargaba con el déficit de 200 mil, cosa que desagradaba en extremo al general en jefe, cuya política financiera se basó siempre en que el territorio ocupado debía subvenir a las necesidades de su respectiva guarnición.

Es verdad que los saldos, se imputaban a cuenta del Gobierno del Perú, que carecía de fondos. La deuda era bastante considerable y crecía con los gastos de ocupación en el norte y en el interior, en donde hacían la guardia tres batallones a solicitud de Iglesias.

Para disminuir los egresos llamó a licitación pública la provisión del rancho a la guarnición la ración diaria. Se firmó un contrato a 24 centavos que antes costaba 5o.

Envió al valle de Tambo al batallón Lontué, que guarnecía a Mollendo, para que esta rica zona costeara la alimentación del cuerpo. Forrajeaba, también ahí, un escuadrón de caballería.

El ferrocarril estaba en manos de un representante de la firma Meiggs, a la cual entregó el Gobierno su explotación, que no cubría los gastos y tampoco amortizaba los bonos del empréstito levantado para la construcción de la línea.

El general no innovó en el contrato, pero obtuvo importantes concesiones para el transporte de tropas y carga, y pasajes libres para los oficiales en comisión.

Obtuvo además de la empresa que los pagos se efectuaran en billetes chilenos, en vez de soles fuertes de plata que estatuía la convención con el Gobierno del Perú.

Como tenía conocimiento de que el Supremo Gobierno no abrigaba por el momento intención alguna, de adelantar el ejército más allá de la frontera, dispuso que se anulara la organización dada por el coronel Velásquez a sus fuerzas distribuidas en tres divisiones, con sendos estados mayores, en previsión de operaciones militares ulteriores que pudieran ejecutarse. Se evitaba así una agrupación de jefes y oficiales, con sueldos mayores. Estos excedentes recibieron orden de regresar al país.

El general volvió satisfecho a Mollendo, desde cuyo puerto, antes de dirigirse a Chorrillos, pasó al Supremo Gobierno un parte detallado de su visita. El almirante era un funcionario honesto; no es, pues, raro que su informe terminara con las siguientes líneas:

Antes de concluir, tengo la satisfacción de significar a V. S que el comandante en jefe de la división de Arequipa, coronel José Velásquez, cumple las delicadas labores con todo el celo y acierto que caracterizan a tan distinguido jefe, y sus ayudantes le secundan eficazmente.

Santa María hubo de refrenar sus ímpetus; Velásquez continuó a la cabeza de las tropas de ocupación de la línea Arequipa-Puno, pero sus subordinados pagaron por el jefe.

El comandante Exequiel Fuentes volvió a Iquique a dirigir el batallón cívico sedentario del puerto; el comandante Antonio González regresó a Santiago a calificar servicios; el coronel Adolfo Silva Vergara y el mayor Wenceslao Bulnes pasaron a la asamblea de la capital.

Solo continuó en su puesto, pero por breve tiempo, el coronel Dublé Almeyda, comandante de armas de la plaza de Puno. Este jefe gozaba de las consideraciones de las autoridades y de la sociedad puneña, de la que recibió efusivas muestras a la vuelta de Chuquito, a cuya población se trasladó con las tropas los ocho días que duraron los trabajos eleccionarios para la designación de delegados al Congreso Constituyente convocado por Iglesias.

Los salones abrían sus puertas al jefe chileno, cortesano y galante en su trato; pero las expansiones sociales no le impedían tener lista la división para marchar a la primera orden, procurándose a la vez todas las informaciones que requiere un jefe destacado de avanzada frente a la frontera del país enemigo.

El prefecto de Puno comunicó al señor Dublé, que el vapor de Chililaya había traído la noticia de que había estallado una revolución en Sucre, y que Juan Luna, ministro del Perú en La Paz, de tránsito para aquella ciudad, tenía los antecedentes.

Puesto al habla con el ministro, el coronel recibió de él las siguientes informaciones:

  1. El señor Cabieres, oficial de la legación peruana en La Paz, acaba de llegó y le comunicó que a la salida de la capital, dos oficiales llegados de Sucre, anunciaban haber estallado una revolución en esa plaza.
  2. Agregó el ministro que tenía datos fidedignos para las siguientes situaciones:
    1. Campero favorece bajo todas formas a Cáceres.
    1. La reunión del Congreso en Sucre tiene por objeto ganar tiempo para que Cáceres se sobreponga a Iglesias.
    1. La opinión del Congreso es no aprobar el tratado de tregua.
    1. Es también la opinión del Ejecutivo, que se desprende de la redacción del inc. 2º del decreto de aprobación de 8 de mayo.

Ante la gravedad de tales noticias, Dublé resolvió cerciorarse de su exactitud, antes de comunicarlas al comando de Arequipa.

Desde la firma del Tratado de Tregua, altos personajes de La Paz invitaban a los jefes de la guarnición de Puno a que visitaran esa ciudad, a fin de estrechar relaciones y corresponder a las atenciones prodigadas a los ciudadanos bolivianos que pasaban por Puno.

El coronel Dublé no trepidó en enviar al comandante Fidel Urrutia a un viaje de placer a La Paz, acompañado de dos amigos. Para dar objeto ostensible a la comisión, escribió al ministro del Brasil, señor Da Ponte Ribeyro, con quien trabó amistad cuando trajo a la Delegación boliviana, manifestándote que, debiendo retirarse la guarnición dentro de poco, algunos jefes habían manifestado deseos de visitar La Paz, y que por el vapor que llevaba esta correspondencia iban tres que recomendaba a sus consideraciones.

Las instrucciones dadas al comandante Urrutia fueron las siguientes:

  • Averiguar si era exacta la noticia de que había estallado una revolución en Sucre y sus propósitos. A nombre de qué personalidad y principios se había hecho y cuáles eran los principales caudillos.
  • En qué fecha salió Campero de La Paz para Sucre y cuándo se cree que llegue a esta ciudad.
  • Cómo ha sido recibido el pacto de tregua y quiénes lo combaten.
  • Cuáles son las relaciones que mantiene Cáceres con Campero y qué clase de recursos le proporciona éste.
  • Si es verdad, que Campero ha reconocido como agente confidencial de Cáceres a del Valle
  • Cuál es la actitud del personal de la Legación peruana en La Paz.
  • Ejército y Guardia Nacional de que pudiera disponer Bolivia en una emergencia situación política de Bolivia y opiniones del pueblo.
  • Artillería, su clase y número de cañones. Infantería, su número y lugares de residencia.
  • Todo aquello que pueda sernos de interés conocer, principalmente la política interior relacionada con sus candidatos a la presidencia y la internacional respecto de Chile y Perú.

Urrutia volvió en el siguiente vapor, después de permanecer tres días en La Paz, agasajado y en perfectas relaciones con personas de alta figuración social, política y militar en la República vecina.

He aquí, en resumen, el informe que elevó al coronel Dublé:

El Gobierno de Bolivia, teniendo fundados motivos para creer que un pronunciamiento militar debía tener lugar en Sucre, ordenó la disolución de los batallones Loa, Victoria y Chorolque, distribuyendo las plazas de estos cuerpos entre los demás del ejército.

Respecto de los candidatos a la presidencia de la República, la opinión en La Paz es que Arce triunfará en el Congreso si Pacheco y Camacho no se unen, cuya alianza se espera para evitar una revolución. Si esta operación llegara a realizarse, triunfando Arce, Pacheco le haría revolución, o viceversa.

La candidatura de Camacho solo ha contada con el apoyo moral del Gobierno.

La reunión del Congreso en Sucre tiene por objeto evitar la revolución, pues la mayor parte del pueblo paceño obedece a Pacheco.

Al retirarse el Gobierno a Sucre, dejó instrucciones para recibir distinguidamente al ministro chileno, más no así al peruano.

Tanto en la opinión pública como en las manifestaciones privadas de los hombres de Gobierno, se revela la mala voluntad que hay por el Gobierno de Iglesias.

El general Campero no ha reconocido oficialmente a Del Valle como enviado o agente confidencial de Cáceres, pero si mantiene relaciones íntimas con él.

Se cree que tan pronto como se retiren las fuerzas chilenas del territorio peruano, Cáceres será apoyado por Bolivia, salvo el caso qué Arce asuma el mando de la República.

No se le han mandado armas a Cáceres como se ha dicho.

El Tratado de Tregua firmado en Valparaíso es aceptado en general poco se preocupa de él la opinión pública la cuestión presidencial la absorbe toda. Por otra parte, el proyecto del ferrocarril de Arica al interior ha tranquilizado en parte los ánimos de la gente que aspira al trabajo y al adelanto del país.

No desespera a Bolivia obtener de algún modo a Arica y Tacna, ya sea comprándolo a Chile o apoyando a Cáceres. En este último caso esperan abrirse camino por Mollendo.

Hay mucho entusiasmo por las minas y esperan inmigración chilena, una vez que se disuelvan los cuerpos movilizados.

El ejército de línea boliviano no excede de 2500 hombres, acantonados en Oruro, Chuquisaca y Sucre. En La Paz solo ha quedado una pequeña fuerza de Guardias Nacionales, acuartelada para las atenciones del servicio de plaza.

Posee la República un armamento de 12 000 fusiles Remington y 20 cañones.

El parque general está en Oruro.

Uno de los cargos que hacen al Gobierno del general Iglesias los bolivianos, es que permita que el nuestro prohíba el comercio por la vía de Puno, desde que ya cesó la ocupación militar que lo autorizaba por la ratificación de los tratados firmados entre Chile y el Perú.

El viajé de Urrutia a La Paz se efectuó privadamente, como trabajo de Estado Mayor. Ya estaba olvidado y la noticia era añeja, cuando se le antojó darla como incidencia a un diario de santiaguino.

El presidente Santa María montó en cólera, por haberse tomado semejante medida sin su consentimiento.

Funcionó el cable al Callao, inquiriendo inmediata noticia del general en jefe; este pidió informe al coronel Velásquez, también por cable, y este a Dublé Almeyda por telégrafo.

El cielo amenazaba venirse abajo.

Dublé Almeyda comprende adónde iba el golpe y contestó manifestando que ordenó ese viaje por sí y ante sí como medida de precaución tomada por un comandante de vanguardia a la vista de la frontera enemiga y, en consecuencia, asumía toda la responsabilidad de una medida de régimen interno, de atribución propia.

Velásquez quedaba desligado por completo; pero La Moneda ordenó el inmediato regreso a Chile del coronel Dublé Almeyda.

***

El Gobierno de Iglesias nombró prefecto y comandante general de Armas del departamento de Arequipa, a Juan Martín Echenique; y al ministro de la Guerra, general De Osma, delegado especial en Arequipa para allanar las dificultades de la reorganización administrativa en los departamentos del sur.

De orden del general en jefe, la división Velásquez desocupó la plaza de Arequipa y se acantonó en los pueblos vecinos de Tingo, Sachaca, Tiabaya y Sabandía.

El 21 de diciembre se procedió a bajar la bandera del edificio del cuartel general, ocupado antes por Montero y a la fecha por el coronel Velásquez. Se ordenó la asistencia de toda la división. Formó a la cabeza la sección de artillería del Regimiento Nº 1, los batallones 2º, 4º y 5º de Línea, el Curicó y el Carampagne y los escuadrones Cazadores a Caballo y General Cruz. El Escuadrón Carabineros forrajeaba en el valle de Tambo, y el batallón Aconcagua custodiaba los campamentos.

Mandaba las tropas el coronel Del Canto, por ausencia del jefe de Estado Mayor, coronel Adolfo Silva Vergara.

La sección de artillería del Nº 2, a cargo del mayor Gómez, se colocó al centro de la plaza, hacia el costado norte, frente a la catedral.

Terminada la distribución de las fuerzas, avanzaron las escoltas de las banderas y banderolas y se colocaron a uno y otro lado de la asta en que flotaba la enseña patria.

Numeroso público de nacionales y extranjeros asistió a la ceremonia.

Al toque de presentar armas, rompieron las bandas con el himno nacional y la estrella solitaria descendió pausada y majestuosamente de la asta; al recibirla los oficiales escoltas, la artillería saludó con salva de 21 cañonazos.

Extendida la bandera y llevada en el aire por oficiales de la comitiva, se puso en marcha, rodeada por las insignias de los cuerpos y seguida por los batallones plegados en columna, bayoneta armada.

Los extranjeros y muchos arequipeños se descubrieron al paso de las banderas, rindiendo homenaje de hombres cultos al símbolo de la patria.

Poco después, tomó posesión de la prefectura el señor Echenique, izando el tricolor peruano con las solemnidades de ordenanza.

Al día siguiente llegó el general Osma, ministro de la Guerra, delegado del Gobierno de Iglesias.

Las tropas de la división Velásquez permanecieron algunos meses aún en Puno y alrededores de Arequipa. Afianzado el Gobierno de Lima, recibieron orden de regresar a Chile.

Inició la desocupación el batallón movilizado Coquimbo Nº 3, que abandonó a Puno el 24 de junio de 1884 para embarcase en Mollendo, rumbo a la provincia. Le siguió el 2º de Línea, que se trasladó a Tacna y así sucesivamente.

El almirante Lynch puso a disposición de la delegación boliviana el transporte Copiapó, que hizo escala en Arica, porque los señores Salinas y Boeto necesitaban recibir en Tacna las últimas instrucciones del general Campero, traídas por Luis Salinas Vega, correo de gabinete.

La colonia boliviana dio un soberbio banquete a la delegación que se embarcó en Arica a fines de noviembre.

En este puerto se añadió a la comitiva el caballero, francés Gabriel Larrieu, amigo de Lillo y recomendado por él para asegurar en La Paz que la Delegación sería bien recibida por el Gobierno de Chile.

Larrieu había construido el muelle de Arica, de cuyo importe se le adeudaban buenas sumas. Quería saber, quien se quedaría con el puerto, como dueño, ocupante o tenedor, para presentar sus cuentas. De ahí su viaje a Chile.

La Delegación se alojó en Santiago en el Hotel Inglés, en donde la saludó Eusebio Lillo a nombre del Gobierno.

La primera reunión se efectuó el 7 de diciembre. Los señores Salinas y Boeto venían lisa y llanamente a firmar la paz, previa la entrega de un puerto en el Pacífico; el ministro Aldunate se negó a aceptar tal petición. El Gobierno de Chile no podía cortar el territorio de la República, concediendo un puerto de Camarones al sur; ni tampoco podía cederlo en el territorio de Tacna-Arica, por no pertenecerle su dominio.

La segunda conferencia se celebró el 10 de diciembre. El señor Aldunate propuso a Salinas una tregua indefinida; Salinas contestó que traían instrucciones para celebrar la paz, no una tregua; pero que pedirían instrucciones.

Salinas propuso que si no era posible la cesión de Tacna y Arica, se entregas a Bolivia la posesión temporal de la provincia, hasta la celebración del plebiscito.

Como Aldunate no aceptara este temperamento, los bolivianos pidieron entonces que se les diera opción al plebiscito. Aldunate aceptó con tal que esta concesión sirviera de base a un tratado de paz; los bolivianos rehusaron.

Se suspendieron las conferencias por dos meses; durante este lapso, Aldunate renunció y lo reemplazó en el Ministerio de Relaciones Aniceto Vergara Albano.

Los bolivianos se mostraban admirados de que se les negara Tacna y Arica, que Chile les había ofrecido en diversas circunstancias; pero olvidaban o afectaban olvidar, que la proposición reiterada era el pago de la ruptura de la Alianza y su separación del Perú, cosa que Bolivia se negó rotundamente a aceptar.

Ahora, los tiempos y circunstancias eran paz entre el Perú y Chile.

El 13 de febrero, después de una suspensión de dos meses y tres días, se efectuó una reunión entre Vergara Albano y los señores Salinas y Boeto. Estos últimos presentaron un proyecto de tregua, que no era tal sino un armisticio que podía denunciarse con tres meses de aviso.

Quedaban las cosas al tiempo, sin resolverse nada.

Estrechados los miembros de la delegación por el presidente Santa María propusieron que el señor Boeto fuera a Bolivia a consultarse con el general Campero, permaneciendo Salinas en Santiago.

Esta proposición dilatoria coincidió con la noticia de que el Congreso de lima no aprobaría el Tratado de Paz.

Santa María ordenó a Lynch que si tal ocurría, ocupe inmediatamente Lima y el Callao; y a Velásquez, que a la primera orden, cierre el tráfico comercial con Bolivia y prepare la división. Velásquez contestó que estaba listo y que contaba con 5000 hombres disponibles para operar inmediatamente.

En la nueva conferencia de 8 de marzo, los delegados presentaron las bases de un pacto de tregua, pero con esta cláusula final: Este pacto será firmado por los negociadores bolivianos con calidad ad referendum.

Santa María se exasperó con esta burla y resolvió que Velásquez marchara sobre Bolivia.

Ante la inminencia del peligro, intervino Lillo; después de algunas conferencias, la Delegación resolvió firmar el siguiente Convenio de Tregua:

PACTO DE TREGUA ENTRE CHILE Y BOLIVIA

Mientras llega la oportunidad de celebrar un Tratado definitivo de Paz entre las Repúblicas de Chile y Bolivia, ambos países, debidamente representados, el primero por el señor ministro de Relaciones Exteriores, Aniceto Vergara Albano, y el segundo por los señores Belisario Salinas y Belisario Boeto, han convenido en ajustar un Pacto de Tregua, en conformidad a las bases siguientes:

I

Las Repúblicas de Chile y de Bolivia celebran una tregua indefinida; y, en consecuencia, declaran terminado el estado de guerra, al cual no podrá volverse sin que una de las partes contratantes notifique a la otra, con anticipación de un año a lo menos su voluntad de renovar las hostilidades. La notificación en este caso se hará directamente o por conducto del representante diplomático de una nación amiga.

II

La República de Chile, durante la vigencia de esta tregua, continuará gobernando con sujeción al régimen político y administrativo que establece la ley chilena, los territorios comprendidos desde el paralelo 23 hasta la desembocadura del río Loa en el Pacífico, teniendo dichos territorios por límite oriental una línea recta que parta de Sapalegui, desde la intersección con el deslinde que los separa de la República Argentina hasta el volcán Licancabur.

De este punto seguirá una recta a la cumbre del volcán apagado Cabana; de aquí continuará otra recta hasta el ojo de agua que se halla más al sur en el lago Ascotán; y de aquí otra recta que, cortando a lo largo dicho lago, termine en el volcán Ollagüe. De este punto otra recta al volcán Túa, continuando después la divisoria existente entre el departamento de Tarapacá y Bolivia.

En caso de suscitarse dificultades, ambas partes nombrarán una comisión de ingenieros que fije el límite que queda trazado con sujeción a los puntos aquí determinados.

III

Los bienes secuestrados, en Bolivia a nacionales chilenos por decretos del Gobierno o por medidas emanadas de autoridades civiles y militares, serán devueltos inmediatamente a sus dueños o a los representantes constituidos por ellos con poderes suficientes.

Les será igualmente devuelto el producto que el Gobierno de Bolivia haya recibido de dichos bienes y que aparezca justificado con los documentos del caso.

Los prejuicios que por las causas expresadas o por la destrucción de sus propiedades hubieran recibido los ciudadanos chilenos, serán indemnizados en virtud de las gestiones que los interesados entablaren ante el Gobierno de Bolivia.

IV

Si no se arribare a un acuerdo entre el Gobierno de Bolivia y los interesados, respecto del monto e indemnización de los perjuicios y de la forma del pago, se someterán los puntos en disidencia al arbitraje de una comisión compuesta de un miembro nombrado por parte de Chile, otro por la de Bolivia y de un tercero que se nombrará en Chile, de común acuerdo, de entre los representantes neutrales acreditados en este país. Esta designación se hará a la brevedad posible.

V

Se restablecen las relaciones comerciales entre Chile y Bolivia.

En adelante los productos naturales chilenos y los elaborados con ellos, se internarán en Bolivia, libres de todo derecho aduanero; y los elaborados del mismo modo gozarán en Chile de igual franquicia, sea que se importen a exporten por puerto chileno.

Las franquicias comerciales de que respectivamente hayan de gozar los productos manufacturados chilenos y bolivianos, como la enumeración de estos mismos productos, serán materia de un Protocolo especial.

La mercadería nacionalizada que se introduzca por el puerto de Arica, será considerada como mercadería extranjera para los efectos de su internación.

La mercadería extranjera que se introduzca a Bolivia por Antofagasta, tendrá tránsito libre, sin perjuicio de las medidas que el Gobierno de Chile pueda tomar para evitar el contrabando.

Mientras no haya convención en contrario, Chile y Bolivia gozarán de las ventajas y franquicias comerciales que una u otra pueda acordar a la nación más favorecida.

VI

En el puerto de Arica se cobrarán conforme al arancel chileno, los derechos de internación por las mercaderías extranjeras que se destinen al consumo. De Bolivia, sin que ellas puedan ser en el interior gravadas con otro derecho. El rendimiento de esa Aduana se dividirá en esta forma: un veinticinco por ciento se aplicará al servicio aduanero y, a la parte que corresponde a Chile por el despacho de mercaderías para el consumo de los territorios de Tacna y Arica; y un setenta y cinco por ciento para Bolivia. Este setenta y cinco por ciento se dividirá por ahora de la manera siguiente: cuarenta avas partes se retendrán por la administración chilena para el pago de las cantidades que resulten adeudarse por Bolivia en las liquidaciones que se practiquen según la cláusula 3ª de este pacto, y para satisfacer resto se entregará al Gobierno boliviano en moneda corriente o en letras a su orden.

El empréstito será considerado en su liquidación y pago en iguales condiciones que los damnificados en la guerra.

El Gobierno boliviano, cuando lo crea conveniente, podrá tomar conocimiento de la contabilidad de la Aduana de Arica por sus agentes aduaneros.

Una vez pagadas las indemnizaciones a que se refiere el art. 3º y habiendo cesado por este motivo la retención de las cuarenta avas partes antedichas, Bolivia podrá establecer sus Aduanas interiores en la parte de su territorio que lo crea conveniente. En todo caso, la mercadería extranjera tendrá tránsito libre por Arica.

VII

Los actos de las autoridades subalternas de uno y otro país, que tiendan a alterar la situación creada por el presente pacto de tregua, especialmente en lo que se refiere a los límites que Chile continúa ocupando, serán reprimidos o castigados por los gobiernos respectivos, procediendo de oficio o a requisición de parte.

VIII

Como el propósito de las partes contratantes, al celebrar este Pacto de Tregua, es preparar y facilitar el ajuste de una paz sólida y estable entre las dos repúblicas, se comprometen recíprocamente a proseguir las gestiones conducentes a este fin.

Este Pacto será ratificado por el Gobierno de Bolivia en el término de cuarenta días y las ratificaciones canjeadas en Santiago, en todo el mes de junio próximo.

En testimonio de lo cual, el señor ministro de Relaciones Exteriores de Chile y los señores plenipotenciarios de Bolivia, que exhibieron sus respectivos poderes, firman pon duplicado, el presente Tratado de Tregua en Valparaíso, a 4 días del mes de abril del año 1884.

Firmado:   Vergara Albano, Belisario Salinas, Belisario Boeto.

***

El general Campero aprobó el pacto de tregua en la primera quincena de mayo de 1884; poco después recibió la aceptación del Congreso, y se efectuó el canje de rigor en noviembre del mismo año.

En 1904, es decir veinte años después, los Gobiernos de Bolivia y Chile, de mutua y espontánea voluntad, substituyeron el pacto de tregua por el Tratado de Paz y Amistad que regla actualmente las relaciones entre ambos países.

***

El Ministerio de Guerra dispuso el regreso, de las tropas acantonadas en Chorrillos; pero suspendió la orden de repatriación a solicitud del presidente Iglesias, que no tenía aún fuerzas suficientes para contrarrestar las de Cáceres, acampadas en Huancayo, ciudad en donde despachaba como presidente de la República.

Dos cuerpos chilenos resguardaban la línea férrea a Chicla y el puente de La Oroya; el coronel Gutiérrez montaba guardia con el 3º de Línea en Tarma, vigilando la vanguardia de Cáceres, establecida en Jauja.

Cáceres era el único inconveniente para que las tropas chilenas evacuaran el Perú, dando un mentís a los detractores de Chile, que aseguraban que resistía este, la desocupación del país.

Se entablaron negociaciones extraoficiales con Cáceres, quien propuso las renuncias de él y de Iglesias y el llamamiento a elecciones para la presidencia de la República, proposición naturalmente inaceptable por el Gobierno del general Iglesias, reconocido por las cancillerías amigas de Europa y América.

El general en jefe recomendó al coronel Gutiérrez que se manejara de tal manera, que Cáceres creyera en nueva ruptura de hostilidades, y ante el peligro de las bayonetas chilenas, definiera su situación.

Gutiérrez contó en confianza a Manuel Cevallo, amigo de Cáceres que en breve expedicionaría sobre Huancayo, reabriendo otra campaña en la sierra, cuyas poblaciones devastadas sucumbían bajo el peso de la miseria, hasta obtener el sometimiento de Cáceres al tratado de Ancón.

Cevallo llevó la noticia al general quien, impresionado por el peligro, envió una nota a Gutiérrez en la que manifestaba su reconocimiento al Tratado de Paz como un hecho consumado, pero quedándole la sagrada tarea de reconstituir el Perú sobre bases más solidas

En una atenta carta dirigida al almirante Lynch, fechada en Huancayo el 19 de junio de 1884, el general Cáceres le manifestó que había reconocido oficialmente la paz de octubre, pero que se resiste a transigir con los autores del hecho.

Después de esta declaración, las tropas chilenas regresaron a Chile.

El general en jefe dejó a Iglesias armas y municiones en abundancia; caballos de artillería y demás cuerpos montados; equipo y útiles de bagaje bajo inventario valuado en soles de plata.

Estos valores, sumados a adelantos anteriores y a saldos insolutos, elevaron la deuda del Perú, a diez millones de soles fuertes, cuyo reembolso quedó para cuando se resolviera el dominio de Tacna y Arica.

Los jefes, oficiales y tropas de la guardia nacional movilizada recibieron tres meses de sueldo y pasaje libre para dirigirse a sus hogares.

El ejército de línea marchó en su mayor parte a la Araucanía, a relevar en la Alta y Baja Frontera a los cuerpos movilizados que contuvieron a los araucanos sublevados, durante todo el período de la guerra.

Se echaron los cimientos de la ciudad de Temuco y una división ocupó Villarrica, para matar toda resistencia futura, pues una lejana tradición aconsejaba a los indios deponer las armas, una vez que los huincas se adueñaran de Villarrica. Y así ocurrió.