La Independencia

Rafael González Amaral

Las distintas posesiones de España estaban divididas en virreinatos, gobernaciones y capitanías generales. Al momento de la independencia eran virreinatos México (Nueva España),  Nueva Granada, Perú y Río de la Plata (Argentina). Las demás posesiones eran gobernaciones o capitanías generales, como Chile.

En realidad, es más correcto hablar de reinos o provincias que de colonias ya que estos no eran propiedad de España sino que de sus reyes quienes consideraban sus posesiones en América igual que otras provincias o reinos como los que poseían en Europa (Castilla, Aragón, Nápoles, Flandes, Portugal, etc.). Es así como los reyes en su correspondencia usaban expresiones tales como “estos reinos” o “mis reinos”.

Primeros clamores de independencia

Fueron varias las causas por las que las posesiones hispanoamericanas quisieron emanciparse de la corona española. Las principales fueron:

  • El ejemplo de la independencia de Estados Unidos (1776-1881). España y Francia, intranquilas por el creciente progreso de Inglaterra, apoyaron la independencia de las colonias inglesas sin pensar que aquello iba a influir poco después en la Revolución Francesa ((1789) y la sublevación de las Colonias de España en América a partir de 1810.
  • La invasión de Napoleón a España (1808) quien usurpó el trono a Fernando VII para instalar en él a su hermano José Bonaparte.
  • La alarma por los intentos británicas de invasión al Río de la Plata.

Las provincias se sublevaron desde México hasta Buenos Aires. En el caso de Chile, hubo acuerdo de defender el reino y conservarlo para el cautivo Fernando VII. Sin embargo, hubo diferencias sobre la forma de hacerlo. La Real Audiencia y el gobernador querían mantener la forma de gobierno intacta, pero el Cabildo pensaba que debía ejercerse la autoridad a través de una Junta Nacional de Gobierno.

Es así como el 18 de septiembre de 1810 se proclamó la Junta. El 4 de julio de 1811 tuvo lugar la apertura del Primer Congreso Nacional. El 26 de julio regresó a Chile desde España José Miguel Carrera quien, apoyado por sus hermanos Juan José y Luis, dirigió tres movimientos revolucionarios entre septiembre y diciembre de ese año colocándose finalmente a la cabeza del gobierno.

El virrey del Perú, comprendiendo que Carrera actuaba con absoluta independencia de España, encargó la sumisión de Chile al brigadier Antonio Pareja.

Si bien Chile comprendía en esa época desde el despoblado de Atacama hasta el polo Sur, la zona efectivamente habitada cubría desde Copiapó hasta la isla de Chiloé.

Pareja desembarcó en Chiloé, ajena a la causa revolucionaria, a comienzos de 1813. Lo acompañaba un pequeño grupo de oficiales y suboficiales con la misión de organizar un ejército en base a chilenos. Por eso, la guerra de la independencia puede considerarse como una guerra civil entre partidarios de seguir dependiendo del rey de España o constituir una nación independiente.

Pareja continuó reclutando adherentes en Valdivia, Concepción y Chillán, lugares donde la causa patriota no estaba muy acendrada, hasta completar una fuerza de unos cinco mil hombres. En su avance al norte, destacó al coronel Ildefonso Elorriaga como vanguardia.

La Patria Vieja

Recién el 31 de marzo de 1813 se tuvo conocimiento en Santiago del desembarco realista en San Vicente y la caída de Concepción. José Miguel Carrera, con la aprobación del Senado, se constituyó como comandante en jefe del Ejército logrando movilizar una fuerza de 4000 soldados, deficientemente armados, mal equipados y con escasa instrucción militar.

El lugar definido por Carrera para concentrar sus fuerzas y tratar de detener a Pareja fue Cancha Rayada, lugar ubicado a unos 5 km al noreste de Talca. Para proteger el lugar de la concentración de las fuerzas, se estableció un destacamento en la ribera sur del río Maule al mando del coronel de milicias Bernardo O’Higgins.

El ejército patriota recibió el nombre de Ejército Restaurador y tuvo la siguiente organización:

Comandante en Jefe: General José Miguel Carrera
Jefe de Estado Mayor: Coronel Juan Mackenna
I División: Coronel Luis Carrera
II División: Brigadier Juan José Carrera
III División: General José Miguel Carrera

Durante este periodo se produjeron una serie de encuentros, combates y batallas. Los días 26 y 27 de abril se enfrentaron el patriota Juan de Dios Puga con el realista Ildefonso Elorriaga con un resultado incierto. Días después, el 15 de mayo se encontraron ambas fuerzas en San Carlos. Nuevamente no hubo un claro vencedor en las acciones.

Estando Pareja enfermo, los realistas optaron por retirarse a la ciudad de Chillán donde se parapetaron. Si bien Mackenna recomendó a Carrera un ataque inmediato a Chillán, Carrera prefirió marchar a ocupar Concepción, Talcahuano y Los Ángeles. A este último lugar fue enviado el coronel O’Higgins.

La decisión de Carrera fue errónea ya que el objetivo estratégico de destruir al adversario fue cambiado por un objetivo geográfico. Lo anterior dio tiempo a los realistas para reorganizarse en Chillán y dejó expuestas las líneas de comunicación con Santiago.

O’Higgins partió a Los Ángeles con una reducida sección de 40 soldados con la misión de apoderarse de Los Ángeles y reclutar fuerzas, logrando ambos objetivos ampliamente, reuniendo unos mil hombres regularmente armados y seis cañones. El coronel Luis de la Cruz se encargó mientras tanto de mantener contacto con el adversario reunido en Chillán.

Por su parte, Concepción se rindió a las tropas de Carrera el 25 de mayo y Talcahuano cayó en manos patriotas tres días después. Se hicieron 150 prisioneros y se liberaron 100 patriotas que estaban prisioneros desde Yerbas Buenas. También se capturaron varias lanchas cañoneras que sirvieron más adelante para capturar la fragata española “Tomás” que llegó desde Lima con 38 oficiales españoles desde Lima, además de armas y dinero.

Después de la muerte de Pareja ocurrido el 21 de mayo, había asumido el mando el capitán Sánchez, quien aprovechó muy bien los 75 días que le otorgó Carrera para reforzar sus posiciones.

Concentradas las fuerzas patriotas para atacar Chillán, se llevaron a cabo diversos enfrentamientos que provocaron bajas importantes en las fuerzas patriotas, además de deserciones y desmoralización en la tropa que no tenía experiencia en combate. Un afortunado proyectil de artillería realista causó la explosión del polvorín patriota produciendo cien bajas. Como si lo anterior fuera poco, el 4 de agosto una fuerza realista al mando de Mariano Cañizares capturó un envío de municiones y víveres que venían desde Concepción.

El sitio de Chillán se prolongó por once días en medio de intensas lluvias y sin víveres ni logística por lo que Carrera decidió regresar a Concepción. Juan José Carrera fue enviado a la localidad de Quirihue (70 km al noroeste de Chillán) para proteger las líneas de comunicaciones con la capital.

El fracasado sitio de Chillán trajo consigo un problema mayor. José Miguel Carrera decidió dividir su ejército para ocupar diferentes lugares que estimaba importantes para mantener su autoridad sobre la región. Con esa errada disposición, Carrera violaba dos principios básicos de la conducción: la economía de las fuerzas y la reunión de los medios ya que así no era fuerte en ninguna parte.

Mientras tanto, Sánchez usó el tiempo y el espacio para desplegar guerrillas que provocaron bajas y deterioros en las desorganizadas fuerzas chilenas, además de apoderarse de sus cargamentos de provisiones, bagajes y municiones. Los realistas quedaron dueños del territorio ubicado al sur del río Biobío.

El coronel Elorriaga con 350 jinetes se apoderó de Nacimiento y derrotó a O’Higgins con 300 hombres en Huilquilemu. No obstante, días más tarde O’Higgins derrotó a Elorriaga y Quintanilla en Quilacoya para obligar en octubre al primero a replegarse a Chillán.

En otra acción, Prieto, que transportaba un cargamento importante de municiones y dinero, fue atacado por el guerrillero Juan Antonio Olate a quien Prieto derrotó dos veces en Quirihue y Cauquenes.

Carrera recapacitó de su error y dispuso la concentración de sus fuerzas para volver a tacar a Chillán. Él y O’Higgins se reunieron en El Roble, junto al río Itata el 16 de octubre y se prepararon para detener a los realistas en su avance hacia Santiago. Carrera le ordenó a su hermano Juan José y a Juan Mackenna que se trasladaran con la II División desde Quirihue a Membrillar y después a Bulliquín donde llegaron el 16 de octubre.

Sánchez dispuso que las fuerzas de Elorriaga, Urrejola y Lantaño reunidas, cayeran durante la noche de manera sorpresiva sobre el campamento de El Roble, cruzando el Itata unos 4 km al sur para caer por las espaldas de los patriotas. Los guerrilleros no acataron las órdenes de Sánchez y atacaron el campamento patriota al amanecer del 17 de octubre con solo 350 hombres.

La sorpresa fue total y provocó una gran confusión. Carrera fue rodeado y tuvo que lanzarse a nado al Itata para no caer prisionero, trasladándose hasta Bulliquín donde estaba su hermano Juan José.

O’Higgins, con gran serenidad, asumió el mando y después de un intenso combate ordenó un asalto a la bayoneta que provocó la retirada de los guerrilleros realistas que fueron perseguidos por la caballería. O’Higgins resultó herido en una pierna.

Los desaciertos de Carrera produjeron alarma entre los miembros de la Junta de Gobierno quienes resolvieron trasladarse a Talca y luego, por decreto del 27 de noviembre de 1813, separaron del ejército a los tres hermanos Carrera y designaron como comandante en jefe a O’Higgins.

Los sucesos coincidieron con un ejército patriota reducido a poco más de 2000 hombres, acéfalo de mandos y en una completa desorganización, mientras el virrey del Perú enviaba una nueva expedición al mando del brigadier Gabino Gaínza con tropas, mandos, armas y recursos en dinero.

Gaínza desembarcó en Arauco el 31 de enero de 1814 y luego de dejar sus fuerzas en Rere bajo el mando del coronel Elorriaga se dirigió a Chillán con la intención de pacificar el país en un plazo breve.  Las guerrillas realistas accionaban controlando la zona entre los ríos Maule y Biobío. Una de ellas, al mando de Lantaño y Barañao logró apresar a los hermanos Juan José y Luis Carrera en Penco, los que fueron conducidos a Chillán.

O’Higgins carecía de vestuario, equipo y armamento lo que le impedía moverse de Concepción. Solo pudo ocupar Nacimiento y Los Ángeles con el fin de cortar las líneas de comunicaciones realistas con el sur. Al mismo tiempo ordenó a Mackenna que avanzara de Quirihue a Membrillar para amagar desde allí a Chillán.

Después de retirarse de Talca, la Junta de Gobierno dejó una guarnición de 300 hombres al mando del coronel español Spano. O’Higgins ordenó reforzar a Spano con 200 hombres. Entonces, Gaínza ordenó a Elorriaga atacar a Spano, quien murió heroicamente al pie de la bandera de la Patria Vieja.

La caída de Talca produjo en Santiago la caída de la Junta de Gobierno, la que fue reemplazada por un Director Supremo. El nominado fue el intendente de Valparaíso, coronel Francisco de la Lastra.

El 14 de marzo O’Higgins pudo abandonar Concepción para reunirse con Mackenna que se encontraba en Membrillar. Gaínza trató de impedir la reunión de las fuerzas destruyéndolas por separado. Primero ordenó que Barañao con 200 hombres de caballería y 200 infantes le cerrara el paso a O’Higgins en las serranías de Ranquil, mientras Gaínza con una fuerza de 1650 hombres se organizó en Quinchamalí, a unos 12 km de Membrillar.

A las 8 de la mañana del día 19, O’Higgins ordenó atacar a las tropas de Barañao. José María Benavente y Ramón Freire fueron encargados de accionar por los flancos con los húsares y los dragones desmontados mientras O’Higgins lo hizo por el frente con la infantería. Merced a la táctica patriota, Barañao solo pudo resistir durante una hora tras la cual se replegó, dejando catorce muertos y ocho prisioneros más algunas armas en el campo de combate. Los patriotas sufrieron cinco muertos y doce heridos.

O’Higgins previendo una reacción de todas las fuerzas de Gaínza ocupó las posiciones de altura en El Quilo.

Gaínza temeroso de atacar a O’Higgins por considerar que este estaba en una posición ventajosa y que Mackenna podría a caer sobre sus espaldas. Repasó entonces el Itata y se preparó para atacar a Mackenna desde Cucha-Cucha. La posición de Mackenna era fuerte y el ataque realista fue rechazado.

El combate se inició a las 15 horas sin que parte de los realistas hubieran cruzado el Itata. El asalto prematuro de las trincheras patriotas fue desordenado razón por la cual fueron rechazados con grandes pérdidas. Más tarde, la posición patriota trató de ser rodeada por todos los costados, pero Mackenna obligó a los realistas a retroceder. Los realistas tuvieron unas cuatrocientas bajas en este combate mientras que los patriotas siete muertos, dieciséis heridos y seis contusos, entre ellos el propio Mackenna.

O’Higgins tomó entonces la decisión de marchar junto con Mackenna al norte para defender la capital.

El guatemalteco Antonio José de Irisarri, a cargo de forma interina del Gobierno, había decidido ocupar Talca para lo cual envió desde Santiago un contingente de 1300 milicianos al mando del mayor Manuel Blanco Encalada. Cuando este se encontraba en Pelarco, recibió órdenes de O’Higgins de amagar a los realistas al mando de Calvo en Talca, pero evitando un combate decisivo, de manera de facilitarle el cruce del río Maule a sus tropas.

Blanco Encalada decidió desobedecer la orden de O’Higgins considerando que la reconquista de Talca parecía una acción fácil. Así fue como al mediodía del 29 de marzo, Blanco inició el ataque contra los 400 hombres que defendían la ciudad.

Sin una sólida instrucción ni una férrea disciplina, los soldados reclutas patriotas iniciaron el avance. Al saber Blanco que se acercaban a Talca refuerzos realistas, prefirió retirarse y tomar posiciones defensivas en Cancha Rayada, entregando por lo tanto la iniciativa al enemigo.

Calvo cayó sobre la retaguardia patriota mientras Lantaño y Barañao lo hacían por su flanco izquierdo. En breves minutos, los 600 guerrilleros realistas dispersaron a los mil y tantos milicianos patriotas, haciéndole 300 prisioneros y quitándoles además numerosos cañones, fusiles, municiones y otros pertrechos.

El camino a Santiago había quedado nuevamente abierto a los realistas.

Mientras sucedía lo anterior, se iniciaba la marcha paralela de las tropas patriotas y realistas hacia el norte, separadas por apenas unos 10 km. Gaínza reunió sus fuerzas en San Carlos e inició su marcha a Santiago el 27 de marzo.

El 1 de abril, después de cuatro días de marcha, el ejército realista llegó a Linares y el patriota a orillas del río Achibueno quedando a solo unos 4 km de distancia. El 2 los realistas alcanzaron Yerbas Buenas y los patriotas poco más al oeste, a la misma altura.

El 3 de abril ambos alcanzaron el río Maule. Gaínza, protegido desde la orilla norte por sus propias fuerzas, lo atravesó sin problemas por el paso de Bobadilla. O’Higgins, por tener al adversario al frente y por carecer de medios de transporte, oblicuó al este y lo atravesó por el paso de Queri.

El ejército patriota, haciendo esfuerzos notables incluso con doble jornada de marcha, logró llegar el 7 de abril hasta el río Claro y aun pasarlo antes de las 15 horas después de desbaratar el ataque de algunas guerrillas realistas: le había ganado la delantera al enemigo. Esa noche vivaqueó en la hacienda de Quechereguas, sobre el camino a la capital. Después de un consejo de guerra en que las opiniones estuvieron divididas, se resolvió organizarse defensivamente en ese lugar. Se colocaron tiradores sobre los tejados de las casas y se reforzaron las murallas de las bodegas y de los corralones. Se construyeron parapetos y se emplazó la artillería.

Gaínza amagó en la mañana del día siguiente a las posiciones patriotas con unos 1500 hombres, sin intentar un ataque frontal. Repitió el amago el día 9 y viendo que no podía tomarlas por asalto ni sostener un largo sitio, resolvió retirarse a Talca. Gaínza bien pudo continuar su marcha hacia Santiago, lo que habría obligado a O’Higgins a abandonar sus posiciones para combatir a campo abierto, lo que seguramente habría sido una desventaja para el jefe patriota.

Ninguno de los dos jefes pareció darse cuenta de los resultados de Quechereguas. O’Higgins no comprendió que al quedar intacto el ejército realista podría significar la pérdida de la revolución como consecuencia del cansancio de los patriotas. Gainza, tampoco presintió las consecuencias de su fracaso de su campaña sobre Santiago y que el acuartelamiento en Talca iba a desmoralizar sus tropas y terminar en disolver su ejército.

O’Higgins se disponía a tomar la ofensiva cuando recibió de La Lastra la orden de pactar con el enemigo.

A principios de 1814, el porvenir de la revolución americana se presentaba muy sombrío. En todas partes los ejércitos realistas obtenían grandes victorias, dejando al virrey Abascal en situación de poder mandar tropas de refuerzo a Chile.

Los patriotas argentinos habían sido derrotados en Vilcapugio y Ayohúma; los de México y Venezuela habían corrido igual suerte. En España el ejército inglés de Wellington había derrotado a Napoleón en Vitoria y lo obligaba a repasar los Pirineos. Se presumía, en consecuencia, que luego Fernando VII sería restablecido en el trono y que este enviaría nuevas tropas para consumar la reconquista de América. 

La situación de los patriotas chilenos no era nada favorable. A la caída de todo el sur en poder de los realistas, se sumaba el agotamiento financiero del gobierno y el desaliento por el desastre de Cancha Rayada.

Por su parte, los realistas tampoco aprovecharon su ventajosa situación ya que eran dueños de la mitad de Chile y con un ejército más numeroso y disciplinado que el patriota. Gaínza, que era timorato e indeciso permaneció en Talca inactivo lo que produjo la deserción de gran parte de su ejército. Por otra parte, él simpatizaba con la independencia americana. Efectivamente, años más tarde, al nombrársele gobernador de Guatemala, encabezó la insurrección de esa Capitanía General.

Así las cosas, el virrey del Perú Fernando de Abascal le pidió al comodoro inglés James Hillyar que en su viaje a Chile le ofreciera al gobierno patriota condiciones para establecer la paz que fueron aceptadas fácilmente por el director Lastra.

Gaínza vio que se le abría un camino para salir de la difícil situación en que se hallaba después de Quechereguas.

Las conferencias se celebraron a orillas del río Lircay, al N. E.   de Talca el 3 de mayo de 1814. A ella asistieron, además de Hillyar y Gaínza por el lado realista y O’Higgins y Mackenna por el bando patriota. Después de acalorados debates, las partes llegaron, en resumen, a los siguientes acuerdos:

  • Chile reconocía la soberanía de Fernando VII, pero la corona aceptaba que el Gobierno patriota gobernara en su nombre.
  • El ejército realista debía abandonar Talca en 30 horas y el país en 30 días.
  • Se concedía la libertad a todos los prisioneros.

Los realistas calculaban que el virrey del Perú no aceptaría este acuerdo de manera que solo querían retardar su cumplimiento para la llegada de nuevos refuerzos. Gaínza quiso burlar a O’Higgins, pero este lo obligó a retirarse facilitándole milicianos, bueyes y mulas para el transporte.

Mientras tanto, los hermanos José Miguel y Luis Carrera habían logrado fugarse de Chillán y arribado a Santiago. El 23 de julio derrocaron a Lastra y nombraron una Junta presidida por José Miguel Carrera. O’Higgins no aceptó el golpe revolucionario y marchó hacia la capital para deponer a Carrera. El 26 de agosto atravesó el río Maipo con una parte de sus medios.

La vanguardia de O’Higgins estaba formada por el batallón Infantes de la Patria, el escuadrón Dragones, dos cañones y algunas guerrillas. Sumaban unos 450 hombres.

Carrera había logrado formar una fuerza combativa bastante apreciable y la organizó defensivamente en la línea de Tres Acequias, cerca de San Bernardo.

Al producirse el choque, la vanguardia conducida por Luis Carrera contuvo a la infantería de O’Higgins mientras la caballería de Benavente cayó sobre el flanco derecho de los atacantes y los hizo retroceder.

Cuando O’Higgins iba a reunirse con el grueso de sus tropas para organizar una nueva ofensiva, llegaron noticias de que una nueva fuerza realista al mando del general Mariano Osorio había desembarcado en Talcahuano. Al punto se produjo la unión de O’Higgins y Carrera para hacer frente al enemigo.

Mientras los patriotas se desgastaban en luchas intestinas, se dirigía rápidamente hacia el norte una expedición al mando del general Mariano Osorio que había desembarcado en Talcahuano con 550 soldados del Regimiento Talavera, formado totalmente por españoles, más 50 artilleros al mando del coronel Rafael Maroto y un nuevo cuadro de oficiales.

El general Osorio pasó a Concepción y de allí a Chillán desde donde, después de someter a proceso a Gainza, marchó al norte en procura de la capital.

Carrera y O’Higgins, mediante grandes esfuerzos por la falta de recursos económicos y humanos, lograron reorganizar un ejército de unos 4000 hombres, la mayor parte sin instrucción militar ni disciplina y mal armados.

Para no dejar mucho territorio en poder enemigo, O’Higgins propuso el siguiente plan:

  • Defender la línea del Cachapoal.
  • En caso de no ser posible lo anterior, atrincherarse en Rancagua con la masa de las tropas y atacar con el resto por la espalda.

Carrera consideró más lógico presentar la resistencia definitiva en la angostura de Paine, donde el valle central se estrecha entre las dos cordilleras. Si bien es cierto que la angostura de Paine era más apropiada que Rancagua para ofrecer una resistencia efectiva, tenía el inconveniente de que el enemigo podía pasar por el camino de Aculeo y por la cuesta de Chada, ruta solo inapropiada para la artillería pesada.

Carrera aceptó de malas ganas el plan de O’Higgins que estaba destinado al más completo fracaso dado la falta de instrucción de las tropas, el escaso armamento y la larga extensión de la línea del Cachapoal que en esa época era vadeable por varios puntos.

Las fuerzas de ambos contendores son difíciles de determinar con certeza, pero siguiendo a las fuentes más confiables, las fuerzas patriotas y realistas eran las siguientes:

a)      Ejército patriota

b)     Ejército realista

Acorde a lo dispuesto, la I y II División se pusieron en marcha hacia Rancagua donde llegaron el 20 de septiembre e iniciaron los trabajos de fortificación necesarios para poner a la ciudad en estado de defensa. Como de la plaza se desprendían solo cuatro calles que salían del centro de las manzanas, se hicieron levantar murallas en forma de trapecio a una cuadra de la plaza para que los soldados pudieran disparar con fuegos cruzados.

A fines de ese mes ambas divisiones ocuparon la ribera norte del Cachapoal cerrando los diversos vados. No obstante, el ejército realista logró cruzar el río por el vado de Cortés, al este de Rancagua. Para no ser rebasadas ambas divisiones tuvieron que replegarse apresuradamente a la villa, donde llegaron bastante disminuidas en sus efectivos y donde Juan José Carrera, a pesar de ser el brigadier más antiguo, le cedió el mando a O’Higgins. El total de las fuerzas que logró atrincherarse en Rancagua alcanzó a unos 1700 a 1800 hombres y diez cañones.

La III División al mando de José Miguel y Luis Carrera permaneció acampada en la hacienda de la Compañía a unos 9 km de la villa.

La distribución de las fuerzas patriotas era la siguiente:

  • Trinchera norte: capitán Sánchez con 100 infantes y 2 cañones.
  • Trinchera sur: capitanes Astorga y Millán con 200 infantes y 3 cañones.
  • Trinchera este: capitán Vial con 100 infantes y 2 cañones.
  • Trinchera oeste: capitán Molina con 150 infantes y 2 cañones.
  • El resto de las fuerzas se instalaron en la plaza de la villa y sus alrededores a modo de reserva. La caballada fue distribuida en los huertos y casas vecinas a la plaza.

La distribución de las fuerzas realistas fue la siguiente:

  • Agrupación norte: coroneles Lantaño y Carvallo con unos 1000 a 1100 efectivos y 4 cañones.
  • Agrupación sur: coroneles Maroto y Barañao con 900 a 1000 hombres y 6 cañones.
  • Agrupación este: coronel Montoya con 1050 a 1100 soldados y 4 cañones.
  • Agrupación oeste: coronel Ballesteros con 1100 a 1500 combatientes y 4 cañones.

Como se aprecia, Osorio cometió el error de distribuir sus fuerzas, que sumaban entre 4050 y 4700 hombres, en forma relativamente pareja sin materializar un centro de gravedad. Tampoco organizó una reserva para usarla cuando fuese requerido.

Durante el primer día se realizaron varios asaltos, todos los cuales fueron rechazados. Para desmoralizar a los sitiados, Osorio dispuso desviar la acequia que surtía de agua a la ciudad. Con la llegada de la noche se terminó el combate y ambos adversarios pudieron reorganizarse, atender a sus heridos y retirar los muertos. Los realistas aprovecharon la noche para abrir forados en los muros de las casas.

O’Higgins también uso la oscuridad para enviar un valiente dragón a Carrera con el siguiente mensaje: “Si vienen municiones y carga la III División, todo es hecho”. El dragón regresó esa misma noche trayendo la siguiente respuesta: “Municiones no pueden ir sino en la punta de las bayonetas. Mañana al amanecer hará sacrificios esta División. Chile para salvarse necesita un momento de resolución”.

Fortalecido por este mensaje, todavía los sitiados pudieron resistir otros dos asaltos en la mañana del 2 de octubre. Casi al medio día, el vigía de la torre de la Iglesia de la Merced lanzó el grito de “Viva la Patria” al divisar las fuerzas de Carrera, pero esta se retiró enseguida, quedando los defensores entregados a su propia suerte.

A las tres de la tarde, O’Higgins tomó la resolución suprema de abandonar la plaza con los pocos sobrevivientes que quedaban. Poniendo por delante a las mulas de la artillería saltó por sobre las trincheras, se abrió paso a filo de sables y bayonetas seguido por solo unos 300 hombres. La resistencia patriota continuó en Rancagua hasta que el último de sus defensores cayó acribillado.

Con su pequeña fuerza O’Higgins llegó a Santiago en la mañana del 3 de octubre. Carrera tenía un plan de retirarse a Coquimbo y continuar allí la resistencia. O’Higgins se opuso a este plan y ello marcó la ruptura definitiva entre ambos líderes. No quedaba otra cosa que traspasar la cordillera y alcanzar Mendoza.

Con esta campaña moría la Patria Vieja y se daba comienzo a la restauración de la monarquía española.

Hay que reconocer que la principal responsabilidad en la pérdida de esta batalla le cupo al general Carrera. Su plan de defenderse en Angostura de Paine tal vez era mejor que el de O’Higgins, pero al aceptarlo debió haber puesto el máximo interés por obtener el éxito. No fue así y su actitud frente a Rancagua es muy difícil de entender y justificar.

La Restauración Monárquica

Fernando VII recuperó el trono en mayo de 1814. Inmediatamente, reinstaló el absolutismo, derogó la Constitución de Cádiz y aplicó una política represiva. Su estilo se replicó en los gobiernos de las colonias.

La reconquista española, que duró tan solo de 28 meses, iniciaba una triste época de rencores y venganzas. Osorio reinstaló las instituciones políticas de la monarquía. Entre ellas, la más importante fue la Real Audiencia, eliminando las creadas por los patriotas. No hubo inicialmente persecuciones hacia todos los que hubieran participado o tenido alguna relación con las reformas y el bando patriota.

Sin embargo, en 1815 el virrey designó gobernador en Chile a Francisco Casimiro Marcó del Pont, un personaje vanidoso que persiguió contundentemente a los partidarios de la causa patriota. En esta tarea se destacó el capitán Vicente San Bruno como ejecutor de las políticas de represión destinadas a producir escarmiento en la población. Entre los castigos hubo penas de cárcel y exilio a las islas Quiriquina y Juan Fernández sin que se considerara la salud ni la edad de los afectados.

La dura represión dio como resultado que se crearan grupos de guerrilleros que realizaban pillaje y desafiaban a la autoridad de diferentes formas.

El año 2015 se produjo una gran reacción de las fuerzas españolas tras haberse solucionado sus problemas peninsulares. Chile estaba nuevamente dominado mientras que fuerzas argentinas que trataban de conquistar el Alto Perú para atacar desde allí al Perú fueron derrotadas en Sipe-Sipe.

El Ejército de Los Andes

José de San Martín, desde su puesto de gobernador de la provincia de Cuyo y con el apoyo del director supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata Juan Martín de Pueyrredón, pensaba que la mejor manera de atacar al Perú era desde Chile por mar. La llegada de los patriotas chilenos derrotados a Mendoza le facilitaría su objetivo.

El plan de San Martín no era una novedad. Al producirse la invasión de Pareja en 1813, el gobierno de Santiago había proyectado la alianza chileno-platense para repeler a los realistas en Chile e invadir a continuación al Perú para expulsarlos de Sudamérica. Este plan era consistente con lo planteado por la Logia Lautaro, creada en 1811 en Cádiz como filial de la Logia de los Caballeros Racionales fundada por el patriota venezolano Francisco de Miranda. A ella pertenecieron, entre otros, los argentinos San Martín, Alvear, Monteagudo y Las Heras. Por el lado chileno, participaron O’Higgins, Freire, Mackenna y fray Camilo Henríquez.

San Martín, en un país pobre y exhausto, pudo realizar el milagro de organizar en Mendoza un ejército de 4000 hombres bien armados, equipados y entrenados. El paso de la cordillera de Los Andes constituía el principal problema de la expedición y para solucionarlo se equipó al ejército con medios especiales para vencerla. Su mano derecha fue el chileno José Ignacio Zenteno. En una maestranza, a cargo del fray Luis Beltrán, se fabricaron armas, cañones, municiones y otros equipos.

Antes de iniciar la marcha, el general San Martín dispuso el reconocimiento de los diferentes pasos cordilleranos y se valió de varios subterfugios para distraer y fraccionar al enemigo. Le sirvió de manera especial el audaz guerrillero Manuel Rodríguez quien burlaba incesantemente la vigilancia realista y aparecía por donde menos se lo imaginaban. El arriero chileno Justo Estay cooperó con eficiencia en la información en el frente del valle del Aconcagua.

El ejército que debía cruzar Los Andes se concentró en el campamento de El Plumerillo, ubicado al oeste de Mendoza, y quedó listo para iniciar la marcha los primeros días de enero de 1817, según el siguiente estado de fuerzas:

La artillería contaba con 10 cañones de campaña, 9 de montaña y 2 obuses de 6 pulgadas.

Hasta el día de hoy no se sabe con certeza la cantidad de soldados chilenos que tomaron parte en este Ejército de Los Andes, pero si se conoce que fueron muy pocos y que los oficiales chilenos que combatieron en Chacabuco fueron solamente cinco además de O’Higgins, los coroneles Francisco Calderón (en el Estado Mayor) y los capitanes Bernardo Cáceres, Juan de Dios Rivera y Manuel Calderón (en el Batallón Nº 1 Cazadores).

Unos 40 oficiales chilenos marcharon a retaguardia y venían con la misión de formar el nuevo ejército de Chile. Entre ellos el coronel Juan de Dios Vial, el teniente coronel Enrique Campino y el sargento mayor Hilarión Gaspar. El resto eran oficiales de menor graduación.

El cruce de Los Andes se realizó por diferentes pasos cordilleranos entre Copiapó y Curicó para distraer la atención del adversario.

El dispositivo usado fue el siguiente:

  • Columna capitán Francisco Zelada

Compuesta por 200 hombres penetró por el portezuelo de Comecaballos, con la misión de ocupar la ciudad de Copiapó. No tuvo inconvenientes para cumplir su misión.

  • Columna comandante Juan Manuel Cabot

Partiendo desde San Juan con 200 hombres cruzó por el paso Azufre o Calingasta, con la misión de ocupar La Serena y Coquimbo. Después de escasa resistencia en Barraza (11 de febrero) y Salala (12 de febrero), las fracciones realistas se rindieron en este último lugar, cerca del poblado de Socos.

  • Columna capitán José León Lemus

Unos 25 soldados de línea más algunos milicianos pasaron por el portillo de El Portillo (frente a Santiago), a fin de hacer creer a los realistas que la invasión se haría por este punto. No pudo capturar el pequeño destacamento de San Gabriel por haberse este retirado prematu-ramente, por lo cual Lemus retrocedió prudentemente hasta la laguna Los Piuquenes. Esta columna no sirvió su propósito.

  • Columna teniente coronel Ramón Freire

Estaba compuesta por 100 soldados y penetró por el paso del Planchón con la tarea de apoderarse de San Fernando, Curicó y Talca. Al bajar por las serranías de la región, guerrillas patriotas acudieron a engrosar sus filas la que ascendió a unos 600 hombres. El 4 de febrero Freire atacó por sorpresa a un destacamento realista de unos 100 hombres en la hacienda de Cumpeo y lo derrotó tras un breve combate. 

  • Grueso del ejército

Compuesto por las divisiones Soler y O’Higgins con un total de 2740 hombres atravesó la cordillera por el paso de Los Patos o Valle Hermoso (frente a La Ligua), para bajar enseguida al valle del río Putaendo y ocupar el pueblo de San Felipe, el mismo día que Las Heras ocupara Los Andes.

El orden de marcha de esta columna fue:

  • I División (vanguardia): Bajo las órdenes del general Soler con dos destacamentos. El primero con un batallón de infantería y el otro integrado por un escuadrón de Granaderos a Caballo. Sumaban 1300 hombres
  • II División: Al mando del general O’Higgins con dos destacamentos. El primero integrado por un batallón de infantería y dos piezas de artillería. El segundo por un batallón de infantería, la Escolta del comandante en jefe y el Estado Mayor. En total eran 1100 hombres.
  • La reserva, compuesta por dos escuadrones de Granaderos a Caballo con 340 efectivos.
  • En total las fuerzas sumaban 2740 hombres.

A retaguardia debían marchar el Cuartel General, los hospitales de campaña, las columnas de municiones y la caja militar con su escolta.

Estas fuerzas, guiadas por Justo Estay, después de dispersar las tropas realistas que resguardaban Las Achupallas, ocuparon Putaendo y derrotaron otro destacamento en Las Coimas. Llegaron a San Felipe el día previsto, es decir, el 8 de febrero.

  • La División de Las Heras

Compuesta por 800 hombres ocupó Los Andes después de cruzar el puente del Inca-Las Cuevas-Juncal. Después de derrotar un pequeño destacamento realista unos 50 km al este de esta villa, llegó a su destino sin novedad también el 8 de febrero.

El ejército realista

La invasión no permitió a Marcó del Pont concentrar su ejército que tenía repartidas sus fuerzas de las siguientes unidades de guarnición en las ciudades que se indican:

Las dos últimas unidades se hallaban repartidas en diferentes guarniciones.

Desgraciadamente para los realistas, de sus fuerzas solo alcanzaron a concentrarse en la cuesta de Chacabuco para cerrar el paso de 3300 patriotas solo 1440 efectivos entre los que se retiraron de la zona de Aconcagua y los que alcanzaron a llegar desde la capital.

Batalla de Chacabuco (12 de febrero de 1817)

El grueso del ejército patriota, es decir las divisiones de Soler, de Las Heras y de O’Higgins, se concentró en Curimón a 14 km de Los Andes y 8 de San Felipe, para emprender el avance a Santiago. Solo faltaba la artillería que a consecuencia de los pésimos caminos había sufrido un retraso.

Las tropas realistas de la zona más las que llegarían de la capital se reunieron en la cuesta de Chacabuco, en la siguiente forma:

  • En la cumbre de la cuesta, en un punto llamado Ñipa, sobre el camino de la cuesta vieja, dos compañías de infantería y 25 jinetes.
  • El resto del ejército un poco al norte de las casas de Chacabuco, a 6 km del pie de la cuesta y a otros 6 km de la avanzada realista.

El mando de estas fuerzas lo tenía el general Rafael Maroto, quien dispuso que las fracciones en posición en la cumbre no deberían abandonar sus posiciones ante un ataque patriota, resistiendo tenazmen-te hasta que la fuerza disminuyera a un tercio del total.

Tal como estaba dispuesto, al amanecer del 12 los patriotas iniciaron su marcha. Las divisiones de Soler y O’Higgins alcanzaron Manantiales, donde se separaron. O’Higgins siguió por el camino del este, llamado camino viejo y que era más malo, pero más corto. Soler continuó por la cuesta nueva que era un camino más largo, pero en mejor estado.

Al acercarse a la cumbre la División O’Higgins fue recibida por intenso fuego de la posición adelantada realista al mando del capitán Mijares, la que luego inició su retirada sin cumplir la orden recibida.

El general chileno, que mantuvo el contacto estrecho con el adversario, evitando que se retirara, dispuso un primer ataque con los batallones 7.º y 8.º. Este ataque fue rechazado. O’Higgins ordenó un segundo ataque frontal de rompimiento con dichos batallones y con los escuadrones 1.º y 2.º de Granaderos por el flanco oeste realista. Cuando estos iniciaban la retirada, apareció en el campo de batalla la División Soler que contribuyó a desbandar a los realistas.

San Martín arribó al lugar de la acción cuando el enemigo estaba en completa retirada y ordenó la persecución la que solo se hizo hasta el portezuelo de Colina.

Los patriotas tuvieron 24 muertos, entre ellos dos oficiales y 120 heridos. Los realistas, sin contar los prisioneros, sufrieron 600 bajas entre muertos y heridos.

O’Higgins demostró un fuerte liderazgo en esta batalla. Fue capaz de doblegar la resistencia realista con 1100 hombres contra unos 1440 adversarios con una cifra de bajas propias bastante menor.

La retirada realista se efectuó hacia Valparaíso. El brigadier Maroto pensó embarcar a los fugitivos en dirección a Talcahuano, pero era tal la confusión que solo 700 efectivos se hicieron a la vela y con rumbo al Callao.

Al día siguiente de la batalla, el Ejército Libertador entró triunfal a Santiago y el día 16 de febrero, en un cabildo abierto, se designó Director Supremo de Chile al general O’Higgins. Previamente, San Martín había rechazado su designación en ese cargo.

Principales errores en esta campaña

Marcó del Pont fue incapaz de obtener información sobre la preparación del Ejército Libertador y de las probables fechas y lugares por donde se llevaría a cabo la invasión. Tampoco los realistas previeron concentrar sus fuerzas para proteger la capital debidamente.

Por parte de los patriotas, habría sido más efectivo para lograr una mayor dispersión de las fuerzas realistas que las columnas secundarias hubieran anticipado su cruce de la cordillera.

El puesto de mando de San Martín se ubicó en la retaguardia de la columna principal por lo cual no tuvo mayor participación en la batalla. Abdicó el mando en Soler quien no miraba con buenos ojos a O’Higgins.

Se enviaron dos destacamentos a Copiapó y Coquimbo como una distracción sin mayor provecho por la gran distancia a recorrer y donde las guarniciones realistas eran escasas.

La salida de la columna Soler desde Curimón debió haberse iniciado antes que la de O’Higgins ya que la distancia a recorrer era mayor. De todas maneras ,no se justifica su atraso en llegar al campo de batalla.

La reserva de San Martín era muy pequeña para poder haber influido en la batalla (dos escuadrones de Granaderos).

Finalmente, la persecución ordenada por San Martín fue muy limitada, solo hasta Colina cuando tenía tropas frescas (las de Soler).

Campaña hacia el sur

Una vez asumido el mando de la nación como Director Supremo, O’Higgins centró sus esfuerzos en formar el Ejército de Chile con las siguientes unidades:

  • Batallones de infantería n.° 1
  • Batallón de Artillería
  • Batallón de Infantería n.º 2
  • Batallón de Infantería n.º 3 Infantes de la Patria
  • Batallón n.º 1 de Cazadores de Chile
  • Regimiento de Caballería Cazadores de la Escolta Directorial
  • Batallón n.º 3 de Infantería
  • Compañía de Caballería Lanceros
  • Batallón n.º 4 de Infantería
  • Academia Militar

Adicionalmente O’Higgins creo algunos cuerpos de milicianos y otros grupos encargados del orden y de los servicios logísticos, material de guerra y sanidad.

Según el archivo de San Martín, el Ejército Unido de Los Andes y de Chile de 1817 estuvo formado por 9683 hombres, de general a tambor: 4791 hombres del primero, 4413 del segundo más 479 jefes y oficiales. (Mitre, 1889, Tomo II, 122).

Como vimos anteriormente, Freire había logrado engrosar las fuerzas con las que habían cruzado la cordillera. La unidad de Freire se dedicó a fomentar la insurrección en la zona central y a limitar la concentración de las tropas realistas del sur hacia Santiago. Las comunicaciones realistas entre Santiago y Concepción quedaron interrumpidas. Entre otras ciudades, San Fernando y Talca quedaron en manos patriotas.

Ordóñez había fortificado Talcahuano y el 1 de mayo recibió el refuerzo de los 700 hombres que se habían retirado de Chacabuco, devueltos desde el Perú por el virrey Pezuelas, al mando de Morgado. Con esto, su ejército alcanzó la cifra de 1700 efectivos bien equipados y armados.

Contra esa fuerza debía enfrentarse Las Heras, con tan solo 1200 hombres.

Al tener noticias que O’Higgins avanzaba hacia el sur, Ordóñez, con excelente ojo militar, resolvió atacar a Las Heras antes de que este pudiera reunirse con O’Higgins y así batirlos por separado. Las Heras, al saber las fuerzas de Ordóñez, optó por organizarse defensivamente en el cerro Gavilán (entonces al oeste de Concepción).

Al amanecer del 5 de mayo, Ordóñez inició el ataque a la posición de Las Heras, avanzando por el camino que une Talcahuano a Concepción y protegido por dos piezas de artillería desde el cerro Chepe.

Las Heras ordenó a la artillería (4 cañones y un obús) romper sus fuegos. Los realistas atacaron con 550 infantes, 200 hombres de caballería y 4 cañones a las órdenes de Ordóñez mientras que por el este efectuaba un envolvimiento Morgado con 110 infantes, 270 de caballería y 2 cañones.

Un batallón del ala oeste patriota logró hacer retroceder a las fuerzas de Ordóñez mientras que por el flanco este Freire cayó sobre la caballería de Morgado quien se retiró en completo desorden hacia el norte.

A las 10 de la mañana el combate había terminado y Ordóñez había quedado nuevamente encerrado en Talcahuano, dejando en poder de los patriotas 3 cañones, 220 fusiles y gran cantidad de munición de artillería y de fusiles. Sus bajas alcanzaron a 120 muertos, 50 heridos y 80 prisioneros. Los patriotas solo tuvieron 6 muertos y 67 heridos.

Conquista de plazas fuertes

Al medio día llegó O’Higgins con el resto de sus fuerzas para ser informado de la situación. En resumen, esta era:

  • Ordóñez tenía fortificado y bien defendido el puerto de Talcahuano.
  • Los realistas mantenían el dominio naval por lo cual podían recibir refuerzos de soldados, material de guerra y víveres ya sea desde el Perú o las plazas fuertes de la región de Arauco, que estaban en su poder.
  • Además, por medio de agentes que despachaba por mar, el jefe español sublevaba a los indios araucanos y armaba montoneras en los campos de Chillán y Los Ángeles.

O’Higgins resolvió por lo tanto conquistar las plazas fuertes y luego apoderarse de Talcahuano. Para esa misión designó al coronel Freire quien inició una expedición apoderándose del fuerte de San Pedro. Al mismo tiempo, el capitán Cienfuegos, a cargo de la guarnición de Los Ángeles, conquistó el fuerte de Nacimiento. Los demás fuertes de la ribera sur del Biobío se vieron obligados a replegarse hacia Arauco. Freire y Cienfuegos se unieron y juntos conquistaron Arauco. El primero dejó allí a Cienfuegos y regresó a Concepción.

El jefe miliciano realista Juan Bautista Díaz reunió a los dispersos en Lebu y con el concurso de algunos guerreros araucanos regresó a atacar a Cienfuegos. Este salió a su encuentro con solo 130 hombres y, a orillas del río Lebu, fue derrotado cayendo muerto junto a 100 de sus hombres. Los realistas volvieron a ocupar Arauco.

Freire fue enviado nuevamente a Arauco batiendo a Díaz a campo abierto, con lo que fue reconquistado definitivamente el fuerte Arauco.

Al mismo tiempo los patriotas tenían que luchar contra las montoneras que los realistas organizaban a la retaguardia de las fuerzas enemigas. Algunos de sus oficiales lograban salir por mar de Talcahuano para levantar guerrilleros como Zapata, Pincheira y Benavides, lo que obligó a O’Higgins a fraccionar sus fuerzas continuamente para destruirlas.

En esa época se incorporaron al ejército patriota dos oficiales franceses que habían combatido junto a Napoleón: el general Miguel Brayer y el capitán Jorge Beauchef. En Mendoza ya se había unido al ejército patriota el capitán Alberto Bacler d’Albe.

En los meses de junio y julio los patriotas se vieron impedidos por el crudo invierno para intentar un ataque a Talcahuano. Solo hubo pequeñas escaramuzas y ataques parciales. Recién el 22 de julio se pudo organizar un ataque regular con dos divisiones (coronel Las Heras y comandante Conde) con cerca de 2000 hombres y con un intenso bombardeo de artillería, intento que fracasó. Al día siguiente, un recio temporal obligó a los atacantes a regresar a Concepción. 

A mediados de octubre O’Higgins ya había reunido en Concepción cerca de 4000 hombres y decidió un nuevo ataque. Ordoñez tenía unos 1700 efectivos, pero con alto espíritu combativo. Se consideraron dos planes de asalto:

  • El de O’Higgins que proponía realizar el asalto por el flanco oeste (castillo San Vicente), que era el más vulnerable.
  • El del general Brayer que proponía realizarlo por el centro y flanco este (castillo El Morro).

Dado el prestigio con que llegó a Chile este último, la mayoría de los jefes y oficiales se inclinaron por el suyo. El 5 de diciembre se inició la acción y los resultados demostraron que Brayer estaba equivocado.

El asalto se verificó en dos direcciones: la brigada Las Heras atacó El Morro, es decir por el este y la brigada Conde hacia los fuertes del oeste. La brigada de caballería se mantuvo al centro para explotar el éxito, al mando de Freire.

Las tropas de Las Heras conquistaron El Morro, pero la caballería no pudo penetrar por las empalizadas y, por consiguiente, explotar el éxito. Las unidades de Conde fueron rechazadas en su ataque.

Al amanecer del día 6 de diciembre Ordóñez empleó sus reservas y O’Higgins se vio obligado a retirar definitivamente el total de sus medios. El ataque le había costado la pérdida de varios oficiales y más de 300 soldados muertos y numerosos heridos, entre ellos el capitán Beauchef quien perdió un brazo.

Talcahuano continuaba en poder de los realistas lo que posteriormente permitió el desembarco de una nueva expedición enviada por el virrey del Perú.

Segunda campaña de Osorio

En diciembre de 1817 zarpó del Callao una nueva expedición realista de 3200 hombres para reconquistar Chile al mando del brigadier Mariano Osorio. El virrey había concebido el siguiente plan:

  • Transportar la expedición a Talcahuano donde se encontraba el coronel español Ordóñez y atacar las fuerzas patriotas sitiadoras.
  • Al efectuar los realistas ese ataque, O’Higgins trasladaría fuerzas del centro del país a esa zona para oponerse al enemigo.
  • Efectuado ese movimiento por los patriotas, la masa del ejército realista se embarcaría y desembarcaría en Valparaíso o San Antonio para hacer sobre la indefensa Santiago.

En enero de 1818 desembarcó en Talcahuano la expedición Osorio encontrándose que todo el ejército patriota se había retirado hacia el norte. A Osorio no le quedó otra alternativa que emprender una marcha terrestre hacia la capital. En sus unidades se incluían dos batallones traídos de España: los Infantes don Carlos y el Burgos además del batallón de Infantería Arequipa. El jefe español extrajo de las fuerzas de Talcahuano el batallón Infantería nº. 2 Concepción, unidad de la división de la Frontera, además de los Dragones de la Frontera, que fue su principal caballería, con lo que sus tropas sumaban algo más de 4300 hombres.

A mediados de diciembre de 1817 se supo en Santiago de la nueva expedición española. O’Higgins había partido al norte desde Concepción, junto con las primeras tropas después del fracaso de Talcahuano, el 1 de enero de 1818 llevando todo el ganado y pobladores y arrasando las cosechas.

La firma del Acta de la Independencia ha sido un tema de amplia discusión entre los historiadores. Unos aseguran que se firmó en Concepción y otros, en Talca.

Siguiendo lo expresado por Barros Arana, estando O’Higgins en Talca en su desplazamiento desde Concepción a Santiago, recibió un borrador de texto de acta que no fue de su gusto, por lo que mandó sus observaciones a Santiago junto con formar una comisión para su nueva redacción integrada por (Miguel) Zañartu, Juan Egaña y el doctor (Bernardo) Vera (y Pintado). (Barros Arana, 1890, tomo XI, pp. 347-348). Según otros autores, también habría participado Manuel de Salas.

El nuevo texto fue aprobado por O’Higgins el 2 de febrero de 1818 en Talca, pero fue fechado el 1 de enero en Concepción con el fin de establecer que Chile era independiente desde el inicio del año en curso, cuando estaba en esa ciudad. O’Higgins agregó de su puño y letra la frase: “i de cualquier otro Estado”. En forma coordinada se proclamó y juró solemnemente la independencia el 12 de febrero, aniversario de la batalla de Chacabuco en todo el país, entre Copiapó y el Maule. (Barros Arana, 1890, tomo XI, p. 349). O’Higgins presidió la ceremonia en Talca.

En 1823 el presidente Prieto ordenó una nueva reimpresión del acta y se la envió a O’Higgins al Perú para su firma, con lo que el documento quedó reconstruido sin la enmienda.

¿Qué ocurría mientras tanto en lo militar?

San Martín y O’Higgins tenían concentrada la masa del ejército entre Santiago y Valparaíso, en el campamento de Las Tablas, como un medio de proteger a la capital. Las fuerzas acantonadas en el lugar alcanzaban una cifra del orden de los 6600 hombres bien equipados de los cuales 1700 eran de caballería.

Al imponerse que Osorio continuaría el avance desde Concepción hacia el norte por tierra, resolvieron trasladar el grueso del ejército al sur para buscar el aniquilamiento del enemigo. En Las Tablas solo quedó el batallón Infantes de la Patria.

Osorio marchó hacia el norte con una fuerte vanguardia la que el 1 de marzo después de cruzar el río Maule y de chocar con una pequeña resistencia de la caballería patriota, ocupó la ciudad de Talca. El 4 llegó a este lugar el grueso del ejército realista.

La siguiente posición de los patriotas fue Chimbarongo, donde llegaron el 12 de marzo.

La Virgen del Carmen y el Voto O’Higgins

La Virgen del Carmen tuvo un rol especial en la independencia de Chile. Ya en Mendoza, el 5 de enero de 1817, el general San Martín, hizo bendecir en la Iglesia Matriz la bandera del ejército y jurar a la Virgen del Carmen como la Patrona del Ejército.

Una vez en Chile, el general O’Higgins hizo renovar el juramento, nombrando a la Virgen como Patrona y Generala de la República de Chile, en su advocación de Nuestra Señora del Carmen.

El 11 de febrero, víspera de la batalla de Chacabuco, se renovó el juramento de Mendoza, primero O’Higgins y después el ejército entero de rendir la vida por la nueva bandera que flameaba junto a la Virgen, o conseguir la libertad de la colonia, para convertirse en una nación libre.

Una vez que O’Higgins fue designado director supremo hizo renovar el juramento del día 11, para que lo prestaran las nuevas autoridades chilenas, y ciudadanos adictos a la independencia. Además, designó el 16 de julio como el día del Carmen, para la repartición de las condecoraciones a los vencedores de esta acción.

La Gaceta, órgano oficial del gobierno libre; decía con tal motivo:

Hoy es el día de la Patrona de nuestro ejército. De lo alto del Carmelo se ha derramado la virtud de la fortaleza sobre los defensores de la patria, sobre los hijos de la libertad que sostienen con las armas la que recibieron del cielo. Los vencedores de Chacabuco han obtenido en este día glorioso el premio decretado a su virtud y a su ardimiento.

Y más abajo agregaba:

El concurso permitió con dificultad el paso al templo (de San Francisco), donde se elevaron los más profundos votos al Eterno; y de allí fue acompañada la Soberana Patrona, hasta su Iglesia del Carmen con las banderas triunfales y la más lucida comitiva.

Y continuaba La Gaceta:

Como testimonio de gratitud y como oficial consagración de todo el pueblo de Chile, el 14 de marzo de 1818, veinte días antes de la gloriosa jornada de Maipú y en la Catedral de Santiago se renovaba, por el pueblo y Cabildo de la ciudad, el solemne juramento, con particularidades dignas de señalarse. El templo se vistió de gala: llenaron sus naves los fieles presididos por las corporaciones civiles, religiosas y militares; se agruparon las viejas banderas ante el trono de la Reina del Carmelo y magistrados y ciudadanos alzaron la voz para jurar:

Que en el sitio en que se diera la batalla y se obtuviera la victoria, se elevaría un santuario a la Virgen del Carmen, Patrona y Generala del Ejército y que los fundamentos serían colocados por los mismos que lo ofrecen, en el lugar de sus misericordias, que será el de nuestras glorias.

En el mes de junio, el director supremo puso todo empeño en que edificara la capilla votiva del Carmen, en el llano de Maipú. Se trasladó allí, acompañado de los principales dignatarios de la nación y colocó la primera piedra. La obra costó muchos años de esfuerzo, pero al fin quedó terminada.

Los restos de la capilla original, dañada por terremotos y un incendio, han sido reemplazados por el actual Templo Votivo de Maipú (o Basílica del Carmen) que alberga al Museo del Carmen.

Enfrentamientos previos a la batalla de Maipú

Las fuerzas de caballería patriota al mando de Freire chocaron con la vanguardia realista constituida por la caballería de Primo de Rivera en Quechereguas el 16 de marzo. El jefe español, creyendo que se trataba de fuertes efectivos patriotas, dispuso que la masa de sus tropas se retirara hacia Camarico mientras él con pequeñas fracciones protegía su desprendimiento. Al darse cuenta de la pequeña magnitud del adversario avanzó con todas sus fuerzas por lo que Freire hubo de replegarse.

Desastre de Cancha Rayada (noche del 19 al 20 de marzo)

San Martín, sabiéndose superior a los realistas, se adelantó hacia el sur hasta Camarico. Sin embargo, los días 17 y 18 de marzo ambos adversarios permanecieron inactivos en los alrededores de ese punto. Al conocer el avance enemigo, Osorio se retiró hacia Talca.

San Martín había organizado a sus tropas en dos divisiones, al mando de O’Higgins e Hilarión de la Quintana. Para evitar una sorpresa, el comandante en jefe dispuso que estas divisiones se trasladaran un poco más al este. Primero movió la División De la Quintana y cuando estaba iniciando sus movimientos, la División O’Higgins recibió un sorpresivo ataque realista. Lo inesperado de la acción desconcertó a los patriotas los que iniciaron una desordenada retirada. A O’Higgins le mataron su caballo y lo hirieron en un brazo. En la División De la Quintana, por ausencia inexplicable de su jefe, asumió el mando el coronel Las Heras quien logró conducirla hacia el norte en buen orden y con un mínimo de bajas.

San Martín cometió algunos errores en esta campaña. Primero, dejó en Las Tablas a los Infantes de la Patria sin una función importante que cumplir en esa zona. Después, no se dio cuenta que los realistas estaban reunidos en Camarico, lugar donde pudo haberlos atacado y no se habría producido el desastre de Cancha Rayada. Al acampar al norte de Talca, San Martín no tomó las suficientes medidas de seguridad, dando lugar a que se produjera la sorpresa.

Por su parte, los realistas también cometieron errores. Atacaron entre las 19 y 20 horas en lugar de haberlo hecho a la medianoche cuando los patriotas reposaban, lo que pudo haber producido su aniquilamiento. Adicionalmente, no realizaron después del ataque una enérgica persecución lo que permitió que la división al mando de Las Heras se retiró casi intacta y la de O’Higgins sin grandes pérdidas.

La batalla de Maipú

La división de O’Higgins llegó a San Fernando en la noche del 21 de marzo con solo 1500 hombres. El 28 arribó a Santiago el coronel Las Heras con su división casi intacta.

San Martín y O’Higgins empeñaron todos sus esfuerzos en rehacer el ejército. Fue así como el 1 de abril los patriotas se encontraban concentrados y realizando ejercicios en la chacra de Ochagavía. Las fuerzas reunidas bajo el nombre de Ejército Unido se estiman en unos 5400 hombres, incluidos 391 oficiales, agrupados en tres divisiones al mando de los coroneles José Gregorio de Las Heras, Rudecindo Alvarado e Hilarión de la Quintana.

Por su parte, Osorio, después de Cancha Rayada, reorganizó su ejército. Solo el día 22 de marzo continuó su marcha hacia el norte. El día 22 de abril cruzó el río Maipo y en lugar de dirigirse hacia el noreste para atacar la capital desde esa dirección y empujar a los patriotas hacia el mar, oblicuó hacia el oeste, pasando a descansar el día 4 en Lo Espejo.

Es decir, Osorio dejó abierta una vía de retirada hacia Valparaíso o San Antonio para el caso de ser derrotado. El primero de ellos estaba bloqueado en esos días por una escuadra española.

Las fuerzas de Osorio se calculan en 5500 efectivos.

Al conocer San Martín los movimientos de las tropas realistas, decidió avanzar hacia el oeste, al lugar denominado Loma Blanca, con el fin de impedir cualquier escape hacia Valparaíso.

Al amanecer del día 5 San Martín avanzó hacia el oeste mientras que Osorio se decidió por tomar una posición defensiva para lo cual organizó una línea de 2,5 km de frente y con poca profundidad. Esta línea estaba ubicada a solo 800 m de la posición patriota. Entre ambas fuerzas existía una hondonada. A medio día empezó un duelo de artillería que fue ineficaz.

Dispositivo del ejército patriota:

  • A la derecha la División Las Heras
  • A la izquierda la División Alvarado
  • Como reserva quedó la División Quintana

La caballería se dividió en ambas alas con los Granaderos de Zapiola a la derecha y los Cazadores de Freire a la izquierda. La artillería hizo lo mismo con ocho piezas de Blanco Encalada en el ala derecha, y nueve cañones de Borgoño a la izquierda.

Dispositivo realista:

  • A la izquierda se ubicó la División del general Primo de Rivera con cuatro piezas de artillería.
  • Al centro, el general Morla con cuatro cañones.
  • A la derecha, los Dragones de Arequipa y los Lanceros del Rey. A la izquierda, los Dragones de la Frontera.
  • La caballería, se distribuyó en ambas alas.

San Martín después de algunas escaramuzas entre las caballerías del ala derecha patriota y de un duelo entre las artillerías resolvió asumir la ofensiva ordenando a Las Heras avanzar sobre la División Morla,  ubicada en el centro del dispositivo adversario. Como respuesta, los Dragones de la Frontera cayeron sobre su flanco derecho pero los Granaderos los rechazaron con lo que Las Heras pudo continuar su avance logrando desplazar a las fuerzas de Morla hacia su derecha hasta entrar en contacto con la División Ordóñez.

Mientras tanto, la División Alvarado atacó a Ordóñez, pero debió replegarse debido al intenso fuego que recibió. A raíz de lo anterior, Borgoño concentró el fuego de sus cañones hacia esa zona para luego apoyar la embestida de la Reserva. Junto a lo anterior, la caballería de Freire atacó el flanco derecho de las unidades realistas. Los Lanceros del Rey salieron al encuentro de los Cazadores, pero fueron rechazados y perseguidos. El Grupo Cazadores luego de derrotar a la caballería enemiga, cargó sobre la División Ordóñez, produciendo su descalabro y retirada. En esta carga cayó herido el comandante Bueras.

Viendo perdida la batalla, el brigadier Osorio abandonó el campo con la idea de huir hacia Valparaíso para continuar después por la costa hacia Concepción.

Ordóñez asumió el mando realista y organizó la retirada hacia las casas de Lo Espejo donde pudo juntar unos dos mil quinientos hombres y reorganizar una tenaz y brava resistencia.

La División Las Heras que era la más avanzada, siguiendo órdenes del brigadier González Balcarce, inició el ataque sin apoyo de artillería, por lo que una parte importante de sus fuerzas fueron aniquiladas. Al llegar la artillería, la división logró asaltar la posición defensiva realista. Ordóñez y casi todos los oficiales realistas cayeron prisioneros. 

En el nuevo frente, las fuerzas de Ordóñez y Alvarado, más el empleo de la reserva de Hilarión de la Quintana, liberaron la gran batalla de infantería. Cerca de 9000 bayonetas se enfrentaron, constituyendo la mayor batalla de infantería registrada en territorio chileno de todos los tiempos. Si cedían el Burgos y el Don Carlos, la batalla estaría ganada y así sucedió.

Cuando la batalla tocaba su fin, llegó al campo de batalla el Director Supremo, teniendo su brazo derecho herido. La División O’Higgins sumaba 1750 combatientes entre los que se incluían 70 cadetes de la Academia Militar, el batallón de Infantería n.º 4 recién formado, un grupo de artillería, milicianos e incluso heridos de otros enfrentamientos.  Estas fuerzas contribuyeron a la victoria en los combates que se desarrollaban en las casas de Lo Espejo.

Con el abrazo de O’Higgins con San Martín, quedó simbólicamente sellada la independencia de Chile.

Las pérdidas sufridas por ambos contendores fueron enormes. Los realistas tuvieron 1500 muertos y 1300 prisioneros los que aumentaron a 2300 con la persecución, totalizando un 72 % de bajas. El bando vencedor sufrió 800 muertos y 1000 heridos, alcanzando a un 38 % de bajas. Por los patriotas, solo cuatro oficiales perecieron.

La Batalla de Maipú marcó el final de una etapa y el comienzo de otra. Por una parte, el país quedaba casi completamente libre de enemigos, a excepción de Valdivia y Chiloé y, por otra, se daría inicio bajo la bandera chilena a la organización de la Expedición Libertadora del Perú.

Crítica a la batalla

Los realistas cometieron numerosos errores. Primeramente, al tomar nuevamente contacto con las tropas patriotas les cedió la ofensiva. Es decir, el general realista efectuó una marcha de 500 km para después colocarse a la defensiva.

Respecto al dispositivo usado en Maipú, este fue demasiado extenso y, por lo tanto, poco profundo, dejando intervalos entre las distintas unidades de 300 a 400 m. Tampoco organizó una reserva, lo que puede atribuirse como la causa principal de su derrota.

Osorio tenía dos vulnerabilidades que le impedían la ofensiva, una reducida artillería y una caballería de distintos orígenes, siendo inferior a la patriota en cantidad de escuadrones

Finalmente, las tropas al mando de Primo de Rivera se ubicaron describiendo un arco hacia el frente lo que lo expuso a un ataque por ese flanco por parte de los patriotas.

Con la fuga del comandante en jefe realista se insinuaba la derrota, fue una actitud muy indigna.

Por el lado de los patriotas también hubo errores. El primero de ellos consistió en que San Martín debió haber dado la batalla en el río Maipo, utilizando las ventajas del terreno en vez de hacerlo a las puertas de Santiago.

Una vez producida la retirada realista, el brigadier González Balcarce se mostró excesivamente confiado en sus fuerzas lo que significó una matanza innecesaria de fuerzas patriotas en las casas de Lo Espejo, en especial de los batallones n.º 3 Infantes de la Patria y Cazadores de Coquimbo, por carecer estas al comienzo de fuego artillero de apoyo.

Actividades allende Los Andes

Mientras tanto, en Buenos Aires cundían los rumores de que una fuerte expedición se preparaba en España para desembarcar en Buenos Aires y recuperar el control del cono sur. Ello llevó al gobierno rioplatense a pedirle a San Martín que retornara con las tropas argentinas a Mendoza.

Lo anterior significó que los compromisos de ayuda económica del gobierno de Pueyrredón con la Expedición Libertadora del Perú también se retiraban, dejando la tarea exclusivamente en manos chilenas.

San Martín, decepcionado, se volvió a Mendoza, pero luego fue convencido por O’Higgins de volver a Chile y hacerse cargo de la expedición que Chile organizaría y financiaría. Tal como San Martín fue el gran artífice de la creación del Ejército de Los Andes, Bernardo O’Higgins es el gestor y organizador de esta expedición. O’Higgins también contó con la valiosa ayuda del ministro Zenteno

La Guerra a muerte

Se llama así a una serie de sangrientos encuentros en que predominaron asesinatos, devastaciones, saqueos que efectuaron montoneros desafectos al gobierno patriota a partir de la batalla de Chacabuco. Estos solo terminaron en 1832 con la derrota de los hermanos Pincheira, es decir, duraron 15 largos años.

Estos montoneros no formaban fuerzas regulares sino desertores del ejército realista y también algunos del ejército patriota, bandidos, maleantes y una multitud de individuos adictos al alcohol, la sangre y el pillaje.

Durante tres años continuos asaltaron pueblos y cometieron toda clase de fechorías, hasta que el 29 de diciembre de 1820 Zapata fue derrotado y muerto por fuerzas del general Prieto.

De 1818 a 1821 Vicente Benavides fue la figura más destacada y siniestra de la guerra a muerte. Sus hordas derrotaron en sangrientos encuentros como los de Yumbel (9 de diciembre de 1819), Pangal (23 de septiembre de 1820) y Tarpellanca (26 de septiembre de 1820) a las tropas comandadas por los coroneles Freire, Viel, O’Carrol y el mariscal Alcázar, dando muerte a estos dos últimos. Luego Freire los derrotó en encuentros memorables: Vegas de Talcahuano y Alameda de Concepción (25 y 26 de noviembre de 1821). Benavides pensó entonces en alejarse al Perú, pero fue sorprendido al desembarcar de una balsa en Topocalma junto a su mujer Teresa Ferrer. Tomado prisionero, fue conducido a Santiago y ahorcado en la plaza de armas (23 de febrero de 1822).

La guerra a muerte continuó entre los años 1822 y 1824 encabezada por Juan Manuel Picó. Finalmente, acosado por fuerzas patriotas, estableció su campamento en las cercanías de Mulchén. Allí fue delatado por sus secuaces y sorprendido mientras dormía el 28 de octubre de 1824, terminó su vida apuñalado.

Pero este no fue el último jefe español que participó en la guerra a muerte. Ese baldón le corresponde a Miguel Senosiain quien, vencido repetidas veces, gravemente herido y desmoralizado por la capitulación de Quintanilla en Chiloé, depuso sus armas en enero de 1827, regresando a España, donde alcanzó el grado de capitán general.

La guerra a muerte se redujo entonces a la zona central, donde actuaban los hermanos Antonio, Santos, Pablo y José Antonio Pincheira. Las tropelías de los Pincheira no se realizaban solamente en lo que entonces se llamaba “Chile Antiguo” sino que también allende Los Andes que, de acuerdo con las reales cédulas coloniales, pertenecía entonces a Chile. Las autoridades locales, con gran temor, le tributaron los honores de un jefe militar y celebraron un tratado de alianza con los forajidos.

Los Pincheira, en sus correrías, lograron tomar un botín de alrededor de 1000 mujeres, de las cuales 178 eran madres de 281 hijos de forajidos.

A comienzos de 1832, el general Manuel Bulnes, en sucesivos combates los fue derrotando. Junto a prisioneros, caballos, bovinos y otros pertrechos, fueron recobradas algunas mujeres. La mayoría prefirieron quedarse junto a los bandidos, otras ingresaron a los claustros. Entre estas últimas figuraba una hermosa niña de la sociedad talquina: Trinidad Salcedo, quien fuera inmortalizada por Rugendas en varios cuadro al óleo, uno de los cuales se muestra más abajo.

Finalmente, el 11 de marzo de aquel año, los soldados de Bulnes apresaron en Chillán a José Antonio Pincheira y debido al buen corazón del presidente Prieto y de Bulnes, fue dejado en libertad. Pincheira, de 45 años y con 15 años de terrible guerrillero, volvió a la apacible vida de campesino, trabajando hasta su muerte en 1884, en los alrededores de San Carlos.

Formación de la primera escuadra

O’Higgins, con el apoyo del ministro José Ignacio Zenteno ––quien ya se había destacado por su capacidad organizativa en Mendoza al crearse el Ejército de Los Andes––, formó la primera escuadra nacional. Primeramente, se capturó en Valparaíso el bergantín español Águila, cuyo nombre se cambió a Pueyrredón.

Luego, se adquirió la fragata Lautaro (ex Windham adquirido a capitalistas ingleses). A la fragata Lautaro, se le encargó la tarea de obligar a los buques realistas Esmeralda y Pezuela a levantar el bloqueo de Valparaíso.

El 27 de abril de 1818, solo tres semanas después de Maipo, se efectuó el primer combate naval de la marina chilena. La Lautaro atacó y abordó a la Esmeralda con O’Brien a la cabeza y 25 marinos. Al arriarse la bandera española, el segundo comandante de la Lautaro pensó que el combate estaba decidido y se lanzó en persecución del bergantín Pezuela.

Lamentablemente para los colores patriotas, los españoles reaccionaron. O’Brien fue mortalmente herido con la ilusión de que habían logrado capturar la fragata enemiga. Los marineros chilenos en franca desventaja debieron lanzarse al mar para tratar de salvar sus vidas.

Después, se compró la corbeta Coquimbo que pasó a llamarse Chacabuco. Uno de los buques obtenidos por José Miguel Carrera en Estados Unidos, el bergantín Columbus, se integró a la naciente escuadra con el nombre de Araucano. El importante navío inglés Cumberland comprado por Irisarri, se sumó con el nombre de San Martín.

La mayor parte de los marinos fueron ingleses y norteamericanos contratados ya que en Chile no había gente de mar con experiencia.

Al no existir marinos con experiencia en Chile, se nombró al mando de esta escuadra de cinco navíos al coronel Manuel Blanco Encalada, quien había combatido como oficial de artillería en las batallas de la independencia y que en su juventud había sido guardiamarina en la armada española.

Esta flota zarpó de Valparaíso el 10 de octubre de 1818 rumbo al sur. Esta fue la ocasión cuando O’Higgins, desde la cumbre de los cerros aledaños a Valparaíso, dijo:

Tres barquichuelos despachados por la reina Isabel dieron a España el nuevo mundo, y esos cuatro que acabamos de preparar nosotros le arrancarán su importante presa.[1]

Los cuatro buques fueron el San Martín, la Lautaro, la Chacabuco y el Araucano. Sumaban 142 cañones y 1109 tripulantes.  El Pueyrredón quedó de guarnición en Valparaíso.

Por la misma fecha, se agregaron a la escuadra el bergantín Galvarino, adquirido por el gobierno de Chile y el Intrépido, bergantín enviado por las Provincias Unidas del Río de la Plata. El Intrépido en su viaje, había capturado tres transportes españoles en el estrecho de Magallanes. Igualmente, la Chacabuco se hizo de otros dos transportes españoles. Los transportes capturados eran las fragatas Dolores, Magdalena, Elena, Jerezara y Carlota. Todas ellas con prisioneros, cañones, fusiles, municiones y otros pertrechos.

Con esta primera campaña marítima, Chile había logrado el control del Pacífico. Se debe señalar que la María Isabel (denominado O’Higgins) era uno de los buques de guerra más importantes a nivel mundial de la época.

Expediciones al Callao y al sur

Lord Cochrane[2] llegó a Valparaíso el 28 de noviembre de 1818 y se hizo cargo de la escuadra el 25 de diciembre. Cochrane fue nombrado vicealmirante. Blanco aceptó sin regañadientes, a pesar del gran éxito obtenido precedentemente, ceder el mando de la escuadra a Cochrane. Fue ascendido a contraalmirante, como premio de consuelo.

El británico llegó a Chile con su esposa, pero igual se dio mañas para “retozar” con la Mary Graham.

El 14 de enero de 1819, Cochrane al mando de una división formada ¡por la O’Higgins, el San Martín, la Lautaro y la Chacabuco hizo su primera excursión al Callao. Intentó capturar mediante una estratagema los buques Esmeralda y Venganza, pero las malas condiciones climáticas no se lo permitieron.

En una segunda excursión, entre septiembre de 1819 y enero de 1820, tampoco tuvo mayores resultados fuera de haber incomodado a los realistas al bloquear el Callao y otros puertos peruanos por algunas semanas.

Con todo, Cochrane logró en sus excursiones capturar la goleta armada Moctezuma y otros ocho a diez buques mercantes cargados de armas, víveres y otros productos, además de varias lanchas cañoneras. 

Como Cochrane no deseaba volver a Valparaíso sin haber obtenido un gran triunfo, concibió la idea de apoderarse de la plaza fuerte de Valdivia, defendida por nueve fuertes: Inglés, San Carlos, Amargos, Niebla, Chorrocomayo, Piojo, Corral, Mancera y Carbonero.

En una audaz maniobra nocturna terrestre, logró tomarse primero los Estos fuertes sumaban 118 cañones entre 18 y 24 libras. Después, Cochrane capturó la ciudad de Valdivia y Con esto, España perdió su base de operaciones en el Pacífico sur, considerada entonces como inexpugnable.

El 3 de febrero de 1820 con 250 infantes en dos transportes y 60 hombres de marinería al mando del mayor Miller llegó a la entrada del río Valdivia. La ciudad estaba defendida por una sucesión de baterías y castillos y 1500 soldados. Los mayores Jorge Beauchef y Guillermo Miller se apoderaron en brillante y rápida acción de los seis fuertes de la entrada oeste de la bahía. Luego fueron abandonados los cinco fuertes del este por los realistas. Al día siguiente Cochrane ocupó la ciudad de Valdivia habiendo perdido 30 hombres entre muertos y heridos en la toma. Los realistas tuvieron 100 bajas entre muertos y heridos, más 100 prisioneros.

También los patriotas lograron apresar el bergantín realista Potrillo, uno de los buques conseguidos por José Miguel Carrera en Estados Unidos y que había sido capturado por los españoles en 1813.

Entusiasmado con el éxito, Cochrane dejó la ciudad a cargo de Beauchef y se dirigió a Chiloé con las mismas intenciones. El 18 de febrero de 1820 desembarcó al mayor Miller con 170 hombres, pero la amplia superioridad de Quintanilla lo obligaron a retirarse.

Otra adquisición chilena fue la fragata Independencia. También se organizó un batallón de marina de 500 hombres, que se puso al mando del comandante Jaime Charles, el patronímico de la Escuela de Infantería de Marina de Chile desde 1986.

La Expedición Libertadora del Perú

Siguiendo el plan trazado por San Martín, inmediatamente después de la batalla de Maipú, O’Higgins y San Martín se pusieron a preparar la Expedición Libertadora del Perú que tenía como finalidad asegurar la independencia de Chile y las Provincias Unidas del Plata.

Para lo anterior, era menester crear una fuerza naval para disputarle el control del mar a España y organizar un ejército capaz de vencer al virrey Pezuela. Este esfuerzo debía hacerse entre Chile y las Provincias Unidas, pero la revolución que enfrentaba a Buenos Aires con las provincias del interior hacía la situación muy inestable y, al mismo tiempo, se temía una invasión española. El dinero comprometido por las Provincias Unidas no se completó y se retiraron parte de las fuerzas del Ejército de Los Andes que estaba estacionado en Chile.

Afortunadamente, a mediados de 1819 una peste de fiebre amarilla atacó al ejército expedicionario que se preparaba en Cádiz y la operación se suspendió.

En este contexto, San Martín desobedeció los llamados del director Pueyrredón de colaborar en la guerra interna y optó por volver a Chile y encabezar la Expedición Libertadora del Perú.

Esta expedición contó con 8 navíos de guerra, y 17 transportes en los que trasladaron desde Valparaíso a unos 4500 a 5000 efectivos, incluidos cerca de 300 jefes y oficiales al mando de San Martín. La escuadra iba al mando de Cochrane.

Nunca se había visto una expedición tan grande en América, ni se vio otra hasta la Guerra del Pacífico.


[1] Barros Arana, adjudica a O’Higgins haber usado el número cuatro al comienzo de la frase. También se ha dicho que O’Higgins habría expresado: “De esas cuatro tablas penden los destinos de América”.

[2] Lord Tomás Cochrane, conde de Dondonald, fue destinado a la marina por su condición de hijo mayor. Sirvió en varios buques de la marina inglesa hasta ser nombrado capitán del bergantín Speedy donde demostró su talento y audacia. Tomo o destruyó nada menos que 33 buques enemigos en un año. Perdió su buque en una batalla contra un buque francés, pero más adelante le fue asignado el mando de la importante fragata Medea. En 1809 se le encargó una difícil misión: atacar una escuadra francesa compuesta por 15 navíos estacionada en Aix Roads, lo que logró empleando solamente su buque. En 1814 hizo algunos negocios desafortunados que mermaron su prestigio. Poco después aceptó la oferta del gobierno chileno para encabezar su naciente flota de guerra.

La bandera bajo la cual marchó la expedición al Perú era similar a la chilena, pero con tres estrellas, que simbolizaban los tres países hermanados en esta contienda: Chile, Argentina y Perú.

El apoyo de los peruanos en esta expedición no fue todo lo importante que se es esperaba, dado que la clase dominante local estaba contenta con las ventajas que le otorgaba el dominio español. También las asonadas independistas habían sido controladas rápidamente por el virrey Abascal.

Desde un comienzo, la altivez de lord Cochrane y la fuerte personalidad de San Martín produjeron choques y O’Higgins debió desplegar todas sus habilidades para lograr que la expedición superara los conflictos personales.

Los buques de guerra eran el navío San Martín, las fragatas O’Higgins y Lautaro, las corbetas Independencia, los bergantines Araucano y Galvarino más la goleta Moctezuma. Posteriormente se agregó el bergantín argentino Pueyrredón. La corbeta Chacabuco quedó de guarnición en Valparaíso. Los 17 transportes llevaban los nombres de Minerva, Dolores, Gaditana, La Argentina,  Emprendedora, Santa Rosa de Chacabuco, Águila, Jerezara, Perla, Mackenna, Peruana, Potrillo, Nancy, Golondrina, Hércules, Zaragoza y Veloz. También se contó con once lanchas cañoneras.

Era una mezcla de buques adquiridos por Chile, Argentina, otros facilitados por armadores y una cantidad no despreciable eran los que habían sido capturados a los españoles.

El Callao contaba con la protección de 9 buques de guerra, encabezados por la poderosa Esmeralda, y una veintena de lanchas cañoneras.

El día 5 de noviembre de 1820, Cochrane, secundado por el capitán Guise y un grupo de 240 marinos, se tomaron la Esmeralda, con lo que el poderío español en esta parte del mundo quedó tremendamente reducido.

Lamentablemente a comienzos de 1821 la escuadra chilena perdió dos buques importantes: El San Martín, encallado producto de las marejadas durante una operación de descarga; y el Pueyrredón, desmantelado por considerarse inservible.

En un nuevo ataque al Callao, una escuadra al mando del comandante Tomás Crosbie logró capturar las fragatas enemigas San Fernando, Milagros y Resolución, además de incendiar otros dos buques.

Campaña terrestre

La campaña al Perú contaba con una fuerza de 4118 hombres de los cuales unos 2313 provenían del Ejército de Los Andes (mezcla de argentinos y chilenos) y unos 1805 del Ejército de Chile. Contaban con 29 piezas de artillería. La Escuadra estaba integrada por unos 1928 tripulantes, incluyendo unos 600 extranjeros, principalmente ingleses. En total las fuerzas sumaban aproximadamente 6046 hombres. (Espejo, 1867, 16-27).

El día 20 de agosto de 1820 (día en que O’Higgins cumplía 42 años), se embarcaron las tropas, veinticinco cañones y los pertrechos en catorce buques de transporte. La flota iba protegida por siete buques de guerra con 231 cañones. Además, llevaban pertrechos para equipar a 4000 hombres más. Al mando iba el general José de San Martín mientras que el jefe del Estado Mayor era el coronel mayor Gregorio Las Heras.

El virrey Pezuela disponía de un considerable ejército con 7000 hombres en Lima, 2000 en Arequipa y 6000 en el Alto Perú. Por lo tanto, era posible para San Martín combatir contra las fuerzas realistas por separado.

San Martín desembarcó las fuerzas en Paracas entre el 8 y el 12 de septiembre y concentró su ejército en Pisco. La población peruana no se unió como se esperaba a las fuerzas expedicionarias. Solo 700 esclavos negros se plegaron a los patriotas. San Martín envió hacia Huancavelica, Jauja y sus alrededores al coronel Álvarez de Arenales con el fin de cortar las comunicaciones entre Lima y la sierra y fomentar la revolución.

Estas fuerzas debían continuar al norte para encontrarse con una columna enviada por San Martín y que desembarcaría en Huacho.

Como el clima era malsano, muy pronto San Martín embarcó sus tropas para llevarlas al puerto de Ancón, al norte de Lima. En este lugar, Cochrane le sugirió repetidamente a San Martín que desembarcara y atacara Lima, considerando que las fuerzas realistas estarían desmoralizadas, lo cual fue desechado. Solo se decidió desembarcar algunas partidas con el fin de capturar ganado y provisiones.

Cansado de la inactividad, Cochrane resolvió emprender una audaz acción en el Callao a pesar de lo bien protegido que estaba el puerto por su artillería y dos líneas de defensa con lanchas cañoneras.

Para ejecutar la acción hizo preparar 14 embarcaciones con capacidad para 250 hombres los que navegarían separadas en dos columnas. En la noche del 5 al 6 de noviembre, en medio de las tinieblas, las embarcaciones avanzaron silenciosamente y a la medianoche llegaron a una pequeña abertura de la línea de defensa de las cañoneras, apoderándose de uno de los botes realistas. Enseguida, aproximándose a la Esmeralda, el almirante, dando el ejemplo subió por las amarras de estribor. Fue recibido por un culatazo de uno de los centinelas y cayó de espaldas en una de las embarcaciones. Repuesto, volvió a subir. Siguió una desesperada lucha al arma blanca, golpes de machete y fuego de fusilería, siendo Cochrane herido en un muslo. Dos veces los asaltantes fueron rechazados, pero al final lograron vencer y sacar de su fondeadero a la Esmeralda y dos lanchas cañoneras. El hecho de armas cubrió de gloria a Cochrane y sus valientes marineros.

A pesar de esta hazaña naval, el 8 de noviembre el general San Martín, en lugar de desembarcar continuó su travesía hacia Huacho, a poco más de 100 km al norte de Lima, donde se le reunió Álvarez de Arenales. Ahí tomo posesión del pueblo de Huara, donde se desplegó defensivamente. Pezuela continuó con su ejército dividido sin tomar ninguna decisión.

Al frente de San Martín se encontraba el batallón Numancia, formado por peruanos, colombianos y venezolanos, y dos escuadrones de caballería. El virrey ordenó que estos se retiraran a Lima, pero solo lo hizo la caballería ya que el batallón Numancia se pasó íntegro a San Martín.

Ante la inoperancia de Pezuela, el mando militar español lo depuso y nombró en su reemplazo como virrey al general De la Serna.

Felizmente, la propaganda de San Martín hizo que todo el norte peruano se plegara a su causa. Ni aún con esto, el general se atrevió avanzar hacia el sur y derrotar a las fuerzas de De la Serna.

Ambos generales entraron en negociaciones en Punchauca (al norte de Lima), el 3 de mayo de 1821. San Martín propuso establecer una monarquía que primero abarcaría el Perú y el Alto Perú, y posteriormente a Chile. Su rey sería designado por la Corte española.

En vista de que no hubo acuerdo, San Martín resolvió estrechar el sitio de Lima, dividiendo su ejército en tres agrupaciones. Una de ellas al mando de Álvarez de Arenales ocuparía la sierra. Otra al mando del general Borgoño, permanecería en el mismo lugar. La tercera a su mando desembarcaría en el Callao para oponerse a De la Serna.

El virrey atemorizado se retiró al interior en julio de 1821, sin oponer resistencia. En vista de ello, San Martín ocupó Lima y se declaró Protector del Perú.

El Callao continuaba en manos de los realistas y para evitar que cayera en poder de San Martín, De la Serna envió desde la sierra al general Canterac con 3400 hombres. Este sostuvo dos encuentros con las fuerzas patriotas, pero estas no asumieron ninguna actitud ofensiva, a tal punto que Canterac entró al Callao y como no encontrara alimentación ni comodidades, regresó de nuevo a la sierra, sin ser molestado por las tropas de San Martín.

Por inanición, la guarnición del Callao se rindió. Cochrane, con sus buques, mantenía un férreo bloqueo.

Llegó el 26 de julio de 1822 y los generales Bolívar y San Martín se reunieron en la llamada Entrevista de Guayaquil, después de la cual este último entregó el mando y se embarcó para Chile.

Solo se había logrado una libertad ficticia del Perú ya que las fuerzas españolas se mantenían casi intactas.

El Ejército Libertador se disolvió. De los chilenos sobrevivientes, solo 500 regresaron a su patria y 1000 fueron enrolados bajo la bandera de Bolívar, combatiendo después en Junín y Ayacucho. En esta última batalla, 10 oficiales chilenos fueron recomendados por su valiente comportamiento.

Observaciones a la campaña

Lo admirable de esta campaña fue el esfuerzo de Chile para organizar, equipar y armar un ejército y una escuadra, recién concluida la guerra de la independencia que había durado cinco años y que había dejado al país escuálido, arrasado sus campos y agotadas sus fuentes de recursos.

Debido a la fama de San Martín (con estudios militares en Europa, la organización del Ejército de Los Andes, su victoria en Maipú, etc.) se le dio el mando del Ejército Expedicionario. Sin embargo, al encontrarse en clara inferioridad numérica, no pudo enfrentar a los realistas en un combate decisivo. Su plan de vencer mediante el bloqueo marítimo, por tratados y provocando insurrecciones populares tuvo resultados parciales, efectuando embarques, desembarques, reembarques y toma de posiciones defensivas.

El envío de destacamentos al interior fue una dispersión innecesaria de fuerzas. Su único objetivo debió haber sido destruir el ejército del virrey, aprovechando que aquel se encontraba dividido en tres agrupaciones que no podían prestarse ayuda mutua.

Llegado a Paracas se mantuvo cerca de dos meses sin actuar dando tiempo al virrey para que reforzara su ejército. Salió de esa inacción para reembarcar su ejército y llevarlo al norte, a Huara, donde fue reforzado por el batallón peruano Numancia. Aquí se volvió a organizar sus fuerzas defensivamente en vez de operar ofensivamente, siendo superior al adversario.

Cuando cayó Pezuela y De la Serna huyó a la sierra, en vez de tomar una resolución enérgica, dividió su ejército en tres fracciones exponiéndolas a ser batidas en detalle.

Encontrándose ya en Lima, San Martín fue burlado por Canterac que pasó y repasó frente a él. Solo se limitó a decir que “sus medidas estaban tomadas”. ¿Cuáles eran ellas? Nunca se supo.

Fue así como San Martín permaneció por espacio de cerca de dos años en el Perú con un ejército bien organizado y disciplinado y con una escuadra poderosa y al mando de un hábil y audaz marino, sin librar un solo combate. Finalmente, la historia ha destacado a Bolívar como el libertador del Perú.

La campaña dirigida por San Martín ha sido materia de debate por los historiadores. En resumen, San Martín no enfrentó a los realistas de manera decisiva, prefiriendo operaciones menores y buscando una negociación que nunca se produjo. San Martín, con el título de Protector, gobernó el Perú desde Lima mientras el virrey español, José de la Serna, lo hacía desde el Cuzco.

El 28 de julio de 1821 se juró la independencia del Perú, pero la tarea no estaba aún consumada.

Las tropas patriotas recibieron una derrota de manos de los realistas en la batalla de Ica (abril de 1822). Tras la enigmática conferencia de San Martín y Bolívar, San Martín dejó el mando de la Expedición Libertadora y el ejército argentino-chileno-peruano se puso bajo el mando de Bolívar. Reforzado con 1400 colombianos continuaron la lucha por la independencia del Perú.

En opinión de San Martín, él y Bolívar no cabían en el Perú y como su ejército estaba en mal estado, solo Bolívar podía terminar la tarea de liberar al Perú. Así se lo expresé al coronel Guido, su hombre de confianza. (Mitre, III, 1890, 668).

Los patriotas fueron nuevamente vencidos en Torata y Moquegua en enero de 1823 con lo que la independencia peruana se prolongó dos años más. En junio de 1823 el jefe realista José de Canterac logró recuperar Lima por lo que los patriotas se refugiaron en el Callao y Trujillo.

Finalmente,  en septiembre de ese mismo año, asumió el mando de las fuerzas independista Simón Bolívar junto al general José Antonio de Sucre. Bolívar logró juntar 9400 hombres: 4000 colombianos, 3000 peruanos 1300 argentinos y 1100 chilenos. Las unidades argentinas habían sido completadas en 1820 por chilenos por lo que la cifra real de chilenos era superior a lo recién señalado.

Los independentistas derrotaron a las fuerzas del virrey en las batallas de Junín (6 de agosto de 1824) y Ayacucho (9 de diciembre de 1824), poniendo prácticamente fin a la guerra de la independencia del Perú. Faltaba liberar solo el Callao lo que se obtuvo en enero de 1826. De la gran mayoría de los combatientes chilenos enviados al Perú en 1820 nunca más se supo.

A continuación, vino el intento de Bolívar de fundar la Confederación de Los Andes formada por Estados: Bolivia, dos Estados peruanos y cuatro estados colombianos. No tardaron en producirse rebeliones en Venezuela, Colombia, Quito, Guayaquil, Perú y finalmente en Bolivia. Bolívar intentó someter al Perú militarmente, declarando la guerra entre Colombia y Perú, la primera guerra en la América española. Los peruanos resultaron vencidos por los colombianos en Guayaquil en 1827.

 A fines de 1829 Venezuela se independizó de Colombia, con lo que el sueño de Bolívar quedó sepultado.

La tragedia de los libertadores de Hispanoamérica no podía ser más elocuente. Bolívar murió enfermo en Santa Marta (Colombia) en 1831. San Martín murió en el ostracismo en Francia en 1850, solo acompañado de su hija. O’Higgins también muere en el exilio en el Perú, en 1842. Otros próceres como Sucre, Carrera, Freire, Hidalgo y Belgrano no tuvieron mejor suerte.

La conquista de Chiloé

Campaña de 1824

El archipiélago de Chiloé se mantenía como el último baluarte español en Chile. Su gobernador, el coronel Antonio Quintanilla, hombre de excelentes condiciones de mando, mejoró las defensas y organizó una fuerza militar eficiente y bien equipada.

Desde que el general Freire fue designado Director Supremo de Chile, el 4 de abril de 1823, tuvo la intención de incorporar Chiloé al territorio chileno, para lo cual inició la organización de una división expedicionaria. En marzo del año siguiente, todos los preparativos quedaron terminados y Freire entregó el mando del Gobierno al presidente del Senado, Fernando Errázuriz, para sumir personalmente el comando en jefe de la expedición.

Dicha división estaba organizada en la siguiente forma:

En total, sumaban 2149 hombres, sin contar jefes y oficiales.

El convoy, compuesto de 4 transportes y 5 buques de guerra, zarpó de Talcahuano el 1 de marzo de 1824, recaló en Corral para abastecerse y completar dotaciones y el 16 siguió a Chiloé.

Por efecto del mal tiempo solo llegó a la punta de Huechucucui (extremo noreste de la isla). Después de tomar algunas disposiciones previas y en vez de atacar directamente a San Carlos de Ancud con todas sus fuerzas reunidas, Freire las dividió en tres destacamentos.

Ubicación de las fuerzas realistas

En San Carlos de Ancud, capital del archipiélago, existía una guarnición de 1500 hombres entre soldados y milicianos chilotes, protegidos por varias fortificaciones y lanchas torpederas. Hacia el este desembocaba el río Pudeto, muy difícil de vadear por lo que servía de protección.

  • En la península de Lacuí se encontraba una guarnición de 300 hombres con baterías de protección hacia el norte y el sur.
  • En la ribera norte del canal de Chacao había una guarnición de 300 hombres, con una batería en Carelmapu.
  • En Castro, segunda población de la isla, existía una guarnición de 600 hombres al mando del comandante José Rodríguez Ballestero. Parte del dispositivo se encontraba en la caleta de Dalcahue.

Plan de operaciones patriota

De acuerdo con la errónea idea de Freire, se trataba de operar simultáneamente con tres agrupaciones para conquistar Ancud, Castro y la ribera norte del canal de Chacao.

En un Consejo de Guerra, reunido allí el 6 de abril, se resolvió dar por finalizada la campaña.

Tan pronto como la escuadra abandonó aquellos mares con las fuerzas expedicionarias, llegaban a Ancud dos buques de guerra españoles, procedentes de Cádiz.

Campaña de 1826

Simón Bolívar, después de la batalla de Ayacucho (1824), había manifestado intenciones de conquistar Chiloé e incorporarlo al Perú, con el objetivo de impedir que se convirtiese en la base de operaciones de la escuadra española en el Pacífico. Este hecho impulsó al general Freire a apresurar el envío de una segunda expedición a la isla, en vista que Quintanilla no aceptaba las proposiciones de rendición.

La fuerza expedicionaria estuvo compuesta de la siguiente forma:

En total eran 2600 hombres.

La escuadra estaba compuesta de cinco buques de guerra y de cinco transportes al mando del almirante Manuel Blanco Encalada. Zarpó de Valparaíso el 27 de noviembre de 1825, llegó a Corral el 11 de diciembre. Después de reparar algunos daños en los buques provocados por una tormenta se cruzó hacia la parte norte de la isla de Chiloé para desembarcar el ejército en Puerto Inglés, el 10 de enero de 1826.

El plan de Operaciones era el siguiente:

  • Desembarco en Puerto Inglés y conquista de los fuertes Corona, Agüi y Balcacura, de la península de Lacuí.
  • Marcha por tierra y ataque a San Carlos de Ancud desde el suroeste.
  • Con la escuadra, ataque frontalmente a los fuertes que defendían Ancud.

Preparativos realistas

Quintanilla había reforzado sus defensas e instruido más a su contingente de milicianos. Concentró la masa de sus fuerzas en Ancud y construyó una línea fortificada en la parte sur. Las defensas eran las mismas de 1825, pero mejoradas.

El ataque a los fuertes de la península de Lacuí se realizó en tres agrupaciones:

  • La primera agrupación de 70 hombres atacó y se apoderó del fuerte Corona (al norte), después de una breve resistencia realista.
  • La segunda agrupación, al mando del sargento mayor Pedro Godoy, simulando un ataque consiguió amarrar a los defensores del fuerte Agüi (al centro).
  • La tercera agrupación, al mando del sargento mayor José Santiago Aldunate, se apoderó del fortín Balcacura (extremo sur) defendido por 8 cañones.

Toda la península de Lacuí quedó en poder de los patriotas y el día 13 en los transportes en los transportes marítimos, el ejército expedicionario cruzó el golfo, desembarcando en la playa Lechagua, 8 km al oeste de Ancud. El capitán Guillermo Bell, al anochecer, se apoderaba con las lanchas de la escuadra de varias cañoneras realistas. Esto obligó a Quintanilla a ordenar la retirada hacia el sur.

En el fuerte Puquillihue se libró un recio combate, donde los patriotas fueron apoyados desde el mar por las mismas lanchas torpederas conquistadas al enemigo. Los realistas se vieron obligados a retirarse a una segunda línea de resistencia.

a)      Combate de Pudeto

Esta posición estaba situada entre el mar y los cerros de Pudeto, inmediatamente al norte de los cerros de Bella Vista. En su frente corría una quebrada profunda y boscosa, difícil de atravesar. No obstante, los realistas fueron atacados frontalmente por la infantería del sargento mayor Nicolás Maruri y por su ala derecha por el grueso del ejército patriota, comandado por el sargento mayor Manuel Borgoño.

b)      Combate de Bella Vista

Cuando Quintanilla intentó replegarse sobre las alturas de Bella Vista, sus fuerzas estaban desmoralizadas y aunque logró organizar una corta resistencia, se vio obligado a emprender la retirada a Castro, mientras la bandera chilena flameaba al viento en la plaza de Ancud. Los patriotas tuvieron 92 bajas y los realistas el triple de esa cantidad.

La capitulación se llevó a cabo el 18 de enero de 1826 en San Carlos de Ancud, firmándose el Tratado de Tantauco. La provincia de Chiloé quedaba entonces incorporada a la República de Chile.

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