La Colonia

Rafael González Amaral

En 1588 la “Armada Invencible” había sido diezmada en su intento por invadir Inglaterra. Aún peor, la muerte de Carlos II de la casa de Habsburgo sin descendencia dio lugar al nombramiento real de Felipe V de Austria lo que desencadenó una guerra civil.

España, después de perder dos gobernadores en Chile en manos de los indígenas,  resolvió en 1599 crear el primer ejército permanente en sus colonias.  Además de ser tanto Valdivia como Óñez de Loyola connotados personajes, en ninguna otra colonia los nativos habían tenido la osadía de matar gobernadores.

En 1599 el virrey del Perú recibió instrucciones de la Corona de financiar la defensa de la Capitanía General de Chile. En 1603 el rey ordenó incrementar el aporte, llamado Real Situado, para crear un ejército profesional en Chile. Para ello, el virrey del Perú debería descontar de las remesas que enviaba anualmente a España, una suma para financiar al ejército que debería mantener la paz en Chile y proteger las costas chilenas de incursiones piratas. No esta demás apuntar, que el situado no siempre se hizo llegar en forma oportuna y que fue fuente de irregularidades administrativas. Con todo fue un importante recurso económico para la más pobre de las colonias.

Para 1604, este ejército contaba con 1500 soldados con dedicación exclusiva y fue el primero de su tipo en América. Claro está que durante la colonia hubo largos periodos de paz que eran quebrados por dos hechos: las sublevaciones de grupos de nativos y las incursiones en territorio enemigo. Las últimas se llamaban malones cuando eran efectuadas por los indígenas y, malocas, si las llevaban a efecto los españoles. Malones y malocas tenían como fin apropiarse de animales, mujeres, niños y enseres. Por cierto, también se buscaba recuperar lo perdido por alguna incursión contraria.

Hay varios relatos en los que mujeres españolas cautivas fueron recuperadas. En algunos casos, ante la disyuntiva de tener que abandonar los hijos tenidos con los indios, las mujeres optaban por no regresar.

O tal vez, el indio era cariñosito…

Mientras tanto, Santiago se desarrollaba rápidamente. En 1620 ya tenía 250 casas y en 1630 sus habitantes sumaban unos 3000 españoles. Se había construido una catedral y numerosas iglesias. En la plaza principal estaban el Cabildo, la Audiencia, la cárcel y el palacio del gobernador. Se comenzaban a apreciar las primeras muestras de lujo. (Barros Arana, 2000, t. IV, pp. 209-210).

El ejército del real situado estuvo dirigido por oficiales destacados enviados desde España y se constituyó en una fuerza disciplinada y profesional. A partir de 1769 se rigió por las Ordenanzas Militares promulgadas el año anterior por el rey Carlos III.

A propuesta del virrey del Perú, Felipe III aprueba que se practique en Chile una guerra defensiva. Para ello envía a Chile en 1612 nuevamente como nuevo gobernador a Alonso de Ribera junto al padre jesuita Luis de Valdivia. A pesar de los esfuerzos del padre visitador, los indios continuaban con sus correrías en diversas partes. En 1620 el sacerdote decidió viajar a España para conseguir refuerzos.

Finalmente, en 1624 se declaró el fin de la guerra defensiva.

En 1629 el cacique Lientur destruyó las tropas del gobernador Fernández Rebolledo en la batalla de Las Cangrejeras. Solo parte de la caballería española pudo abandonar el campo de batalla. Uno de los prisioneros fue el capitán Francisco Núñez de Pineda, célebre por su relato “Cautiverio feliz”.

En 1641se efectuó el importantísimo Parlamento de Quilín en el que se fijó la frontera entre la Corona y el territorio mapuche en el río Biobío. Los mapuches serían considerados un pueblo libre y aliado de España. Los mapuches procedieron a entregar el cráneo de Óñez de Loyola al gobernador Francisco López de Zúñiga. El traspaso de la frontera se podía hacer libremente, pero sin armas.

Las turbulencias con los indios no terminaron, pero sufrieron un fuerte descenso. Para seguir avanzando en la senda de la paz, se realizó un segundo parlamento en Quilín el año 1647.

En 1655 se sublevaron los indios entre el río Maule y Osorno fundamentando su acción en el mal trato que recibían de algunos encomenderos y la venta de indios como esclavos. Los españoles sufrieron fuertes pérdidas en Buena Esperanza (Rere), Nacimiento, Talca ávida, San Rosendo, Colcura, Chillán y Arauco. Las huestes mapuches fueron dirigidas por un desertor español apodado el mestizo Alejo.

Finalmente, las fuerzas reales lograron sorprender a los mapuches en su campamento y provocarles una amplia derrota con lo que la paz regresó a la zona. Murieron más de 600 mapuches y otros 200 fueron hechos prisioneros.

En suma, terminado el proceso de conquista, el enfrentamiento entre mapuches y conquistadores fue especialmente cruento en el periodo 1553 y 1655. Una vez fijada la frontera en el Biobío, hubo un largo periodo de paz de más de dos siglos, que se prolongó hasta 1881, cuando Chile ya era independiente. Es cierto que malones y malocas no terminaron en 1655, pero fueron disminuyendo paulatinamente hasta extinguirse.

El gobernador Tomás Marín de Póveda tomó en 1692 la iniciativa de fundar misiones católicas para reducir a los indígenas. La labor de los misioneros en una región tan vasta y con sus habitantes disgregados, no tuvieron mayor éxito más alá de haber predicado, bautizado niños y casado algunas parejas con el rito católico. El gobernador firmó un nuevo parlamento con el cacique Millapán el 15 de diciembre de 1696 en Choque-Choque. Cerca de Lumaco, aunque entendió la poca validez de estos tratados.

A esas alturas, la población en Chile de origen europeo, incluyendo a mestizos, alcanzaba los 80 000 habitantes, diseminados a lo largo de un vasto territorio. La falta de mujeres llegadas desde Europa, habían contribuido al mestizaje, más rápidamente que en ninguna otra de las colonias.

Los religiosos sumaban a fines del s. XVII 400 clérigos y unas 250 monjas.  Se habían construido un millar de lugares de culto entre iglesias, capillas, ermitas más 38 conventos y 5 monasterios.

En España, el comienzo del s. XVIII sorprendió a España sumida en una profunda crisis.  El siglo de oro ya había concluido con la muerte de Calderón de la Barca en 1681.

Mientras tanto en el sur se produjo un nuevo levantamiento en 1723 producto de los maltratos y crueles castigos a que eran sometidos los indios. Los fuertes construidos al sur del Biobío (a pesar del Parlamento de Quilín) fueron abandonados ante la imposibilidad de defenderlos y el gobernador Gabriel Cano de Aponte ordenó la construcción de nuevos fuertes al norte del Biobío.

En 1725 los mapuches hicieron acercamientos para firmar la paz dado que necesitaban volver a comerciar con los españoles. De una u otra manera, su forma de vida había cambiado. En 1726 se firma el parlamento de Negrete con muchas novedades respecto a los tratados anteriores.

En Negrete, los mapuches aceptaban que los españoles construyeran fuertes al sur del Biobío. También que los sacerdotes misionaran en sus territorios. Se reconocían vasallos del rey de España y enemigos de sus enemigos. Específicamente, los mapuches de la costa (lafkenche), colaborarían para defender al reino de los ataques o invasiones de marinos de otras nacionalidades. Adicionalmente se reguló la forma de hacer comercio.

En diciembre de 1738 el gobernador José Manso de Velasco quiso renovar la paz con los mapuches y los citó para tal efecto al lugar de Tapihue, cerca de Concepción. En este parlamento se ratificó lo acordado en Negrete. Durante el gobierno de Manso se fundaron las ciudades de Los Ángeles, Cauquenes, Talca, San Fernando, Melipilla, Rancagua, Curicó y Copiapó.

En 1776 se decretó la expulsión de los jesuitas de América, tema al que volveremos pronto.

Con respecto a las colonias americanas, la nueva dinastía hizo grandes esfuerzos para hacerlas más rentables. Se establecieron los navíos de registros y las compañías de comercio. En general se impidió a los criollos participar de la administración en sus países. En 1778 el rey creó el virreinato del Río de la Plata en base a territorios escindidos del virreinato del Perú (Alto Perú), las gobernaciones de Santa Cruz, Paraguay, Uruguay y Cuyo. Esta última, parte de Chile hasta entonces.

La economía

La economía durante la Colonia estuvo dada al comienzo por la explotación de los lavaderos de oro, pero cuando el rey prohibió el uso de indios como esclavos, esta industria prácticamente desapareció. En su reemplazo se inició la producción de cobre en la provincia de Coquimbo, El resto de la economía en el s. XVII se sustentaba en la agricultura y la ganadería (cabras, ovejas y vacunos). La exportación de cueros y grasas pasó a tener una importancia creciente.

Cabe hacer notar que el cobre chileno se transformó en un producto de alta calidad de modo que el rey de España exigía cobre chileno para la fabricación de sus cañones.

En cuanto a la agricultura, los principales productos eran el maíz, el trigo y la cebada. El cultivo de frutas europeas, en especial la vid, florecían rápidamente y de la cual se obtenían buenos vinos. Otras frutas importantes eran las nueces, las frutas secas, los cocos y las aceitunas. En Quillota se producía cáñamo y con ellos cuerdas, jarcias y otros elementos de exportación para los buques.

La encomienda y las mercedes de tierra fueron la base de la sociedad colonial. La primera era otorgada por el gobernador y la otra tanto por el gobernador como por los Cabildos.

La primera consistía en la cesión temporal de un territorio, incluyendo las familias de naturales que vivían en ella. El encomendero asumía la obligación de defender y explotar la tierra y de cuidar y evangelizar a los indios incluidos en la encomienda, quienes no perdían su propiedad. Los indios eran vasallos del rey, pero se les consideraba hombres libres y que servían de mano de obra. A pesar de las instrucciones del rey, muchos encomenderos abusaron de los indígenas, haciéndolos trabajar en exceso, castigándolo físicamente y pagándole exiguamente sus servicios.

Por su parte, las mercedes daban derecho a la propiedad. No se podían vender antes de cierto plazo y debía construirse dentro de cierto plazo para los solares urbanos. (Góngora, 1970, p. 4).

A veces se mezclaban la encomienda con las mercedes con lo que el encomendero tenía también derecho de propiedad.

Desde comienzos de la Colonia hubo interés de los encomenderos y de los mercaderes importantes por ser miembros de los Cabildos, o de instalar en ellos a sus parientes. Era la mejor manera de cuidar sus intereses y tener acceso a nuevas propiedades y bienes. Es decir, en Chile comenzó muy tempranamente el maridaje de la política con los negocios.

El que parte y reparte, se queda con la mejor parte…

Fe, educación y cultura

En esta época los jesuitas y los domínicos asumieron como su gran tarea, junto a la evangelización, la educación. En 1595 se fundó la primera escuela de los padres domínicos. En 1635 el padre Alonso de Ovalle instaló una escuela financiada con su patrimonio personal.  La educación era escasa y estaba limitada a los hijos de los nobles y de buenas costumbres…

Otras órdenes religiosas llegadas al país fueron los mercedarios, los agustinos y los franciscanos. Las órdenes de religiosas incluyeron a las clarisas, agustinas, carmelitas descalzas, trinitarias descalzas, capuchinas y domínicas.

En 1635, los jesuitas fundaron el convictorio de San Francisco Javier, la obra educacional más importante de la Colonia que funcionó cerca de 150 años. También hubo un esfuerzo por la instrucción de otras órdenes religiosas como los mercedarios, los agustinos y los franciscanos, pero estuvo más orientada hacia la formación de nuevos clérigos.

En general, el oscurantismo en todo tipo de ramas del conocimiento era lo que reinaba en el Chile del siglo XVII, distando mucho con lo que acaecía en México y Lima. Con todo, la labor de algunos clérigos y cronistas fue fundamental para poder conocer ulteriormente cómo transcurrieron los hechos en esta parte de la historia chilena. Se destacaron, entre los curas, Alonso de Ovalle (Histórica relación del reyno de Chile), Diego Rosales (Historia general de Chile), Miguel de Olivares (Historia militar, civil i sagrada del reyno de Chile) y el abate Juan Ignacio Molina (Compendio della storia geografica, naturale e civile del regno del Cile, escrito en Italia después de la expulsión de Chile de los jesuitas). Entre los cronistas militares debemos nombrar a Jerónimo de Vivar (Relación copiosa i verdadera del reyno de Chile), Alonso de Góngora y Marmolejo (Historia de Chile), Pedro Mariño de Lobera (Crónica del reyno de Chile), Alonso de Nájera (), Domingo Sotelo de Romai (usado por el padre Diego Rosales en su Historia general del reyno de Chile), Melchor Jufré del Águila (Compendio historial del descubrimiento i conquista del reyno de Chile), Jerónimo de Quiroga (Memoria de los sucesos de Chile), José Basilio Rojas (Apuntes de lo acaecido en la conquista de Chile), Santiago de Tesillo (Guerras de Chile y Epítome chileno) y el ya mencionado Francisco Núñez de Pineda (Cautiverio feliz). A los anteriores, es justo agregar al primer poeta chileno, Pedro de Oña con su importante obra Arauco domado.

Exprofeso, dejamos para el final mencionar al padre Luis de Valdivia del cual hablaremos más adelante. Su monumental obra Arte i gramatica general de la lengva qve corre en todo el Reyno de Chile de 1606, primera obra escrita en mapudungun. (Ver facsímil al costado).  Este libro contiene además un amplio vocabulario de términos corrientes en mapudungun.

La obra escrita de Valdivia fue extensa. Señalemos solo una más: Sermón en lengua de Chile (1621), que contiene nueve sermones para guiar pedagógicamente a sus hermanos en las prédicas.

En el año 1758, gracias al virrey Manuel de Amat y Junient comenzó a funcionar la primera universidad en Chile con el nombre de San Felipe en honor al rey.

En este periodo y en los siguientes hubo muy pocos conflictos entre mapuches y soldados españoles. La defensa de la costa frente a ataques de piratas sí fueron una preocupación permanente. Los sucesivos gobernadores continuaron con la construcción de caminos, edificios, redes de agua potable, fundando nuevos poblados, etc.

En 1759 sobreviene la orden de expulsión de los jesuitas por el rey de España de Portugal y sus colonias. En 1761 fueron arrojados de expulsados de Francia y en 1767 son arrojados de España y Nápoles. Siguieron Parma en 1768 y en los años siguientes el resto de los países católicos romanos. (Hanisch, 1972, 13). Esta orden había acumulado gran prestigio, riquezas y un poder que superaba a todas las demás órdenes religiosas juntas. Y por mucho. También había acumulado una importante cantidad de acusaciones en diferentes ámbitos y de enemigos.

Al desterrar Carlos III a los seguidores de San Ignacio de Loyola parece que no consideró su inmenso aporte a la educación y cultura mundial, la defensa de la Iglesia en los tiempos de la Reforma ni menos aún, el fuerte soporte que importaban para la expansión de la fe católica en las colonias y, por qué no decirlo, para la continuidad del dominio real en América. Muchos católicos no veían con buenos ojos que los clérigos deambularan fuera de los conventos en vez de consagrarse a la oración y al silencio.

Tal vez, tuvo la Corona —además de incrementar la autoridad civil que muchas veces les era disputada por los jesuitas— una querencia por incautarse de sus bienes de los jesuitas, sin comprender que aquellos estaban a disposición de su misión evangelizadora.

En Chile, el grupo de los primeros ocho jesuitas llegados en 1593 fue aumentando hasta alcanzar la cifra de 217 padres más 118 entre novicios, estudiantes y coadjutores. Al momento de la expulsión, los jesuitas sumaban 335 religiosos, 217 de ellos sacerdotes y el resto hermanos, novicios y estudiantes. Entre los desalojados estuvo el abate Molina.

Globalmente, las acusaciones contra los jesuitas sumaron 417, tres de ellas para el caso de Chile (Guarda, 2011, p. 220) fueron:

  • Negativa a pagar los diezmos de sus haciendas.
  • Tolerancia de los ritos gentilicios (p. ej.: los machitunes).
  • Aceptar la esclavitud de los indios.

Entre los principales bienes con que contaba la Compañía había algo más de 50 haciendas y estancias de diferentes tamaños, que eran manejadas con gran eficiencia; No está demás decir que los dineros y bienes de los jesuitas en Chile fueron usados para llevar a acabos su obra y no para fines beneficio personal. Al menos, no hubo cargos al respecto.

Los reclamos de muchos fieles impulsaron a Carlos III a pedirle al Papa que suprimiera la Compañía de Jesús, lo que fue realizado por Clemente XIV en 1773.

Los bienes de los jesuitas en Chile fueron inventariados y pasaron a disposición de la Corona. En realidad, no fueron tantos como se esperaba. Se emplearon en fundar seminarios conciliares,  edificación de parroquias, colegios, asilos, hospitales y otras instalaciones siempre bajo el patronato real. Parte de los recursos obtenidos fueron para reconstruir la catedral de Santiago (incendiada en 1769), un hospital para mujeres, un colegio para hijos de caciques y muchas otras obras más.

Algo habrá quedado bajo las uñas de los administradores…

Carlos III dictó en 1767 el alejamiento de las colonias de todos los religiosos de origen extranjero. Salieron entonces de Chile un grupo de unos 14 frailes más.

Los jesuitas recién pudieron regresar a Chile en 1843. Una de sus primeras obras fue la fundación del colegio San Ignacio el año 1856.

Bibliografía
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  2. Bengoa, José. (2007). Historia de los antiguos mapuches del sur. Santiago: Catalonia.
  3. Cayuqueo, Pedro. (2017). Historia Mapuche. Santiago: Catalonia.
  4. Guarda, Gabriel. (2011). La Edad Media en Chile. Historia de la Iglesia. 1541-1826. Santiago: Corpartes.
  5. Góngora, Mario. (1970). Encomenderos y estancieros. Santiago: Ed. Universidad de Chile, 1970.
  6. Hanisch, Walter. (1972). Itinerario y pensamiento de los jesuitas expulsos. Santiago: Ed. Andrés Bello.
  7. Larraín, Gerardo. (2001). Pedro de Valdivia. Santiago: Ed. Luxemburgo.
  8. Villalobos, Sergio. (2014). Historia de los chilenos. Tomo I. Santiago: Ed. Taurus.