Los canales de regadío: un aporte de los privados

Como señala Gonzalo Vial, “cuesta imaginarse que el fértil valle central, fuese, a comienzos del siglo XIX, un árido secano y que durante los cien años siguientes la mano del hombre. Por medio de la irrigación artificial- lo convirtiera en el vergel hoy desplegado a nuestra vista”

Hasta 1914, año en que se promulgó la Ley de Riego –a excepción del Canal del Maipo cuya construcción se inició en 1776 y se inauguró en 1820- las obras de regadío  correspondieron a iniciativas y esfuerzos de particulares, realizadas en forma individual o a través de sociedades, porque, a pesar de sus altos costos y dificultades técnicas, implicaban a la larga una buena rentabilidad en un período en que la demanda de alimentos iba en aumento en todo el mundo y aseguraba una exportación a buenos precios.

Fue el éxito alcanzado con el regadío del valle del Maipo, donde el agua convirtió en breve plazo los secantes pedreros en productivos alfalfales, y la circunstancia casual del descubrimiento de Chañarcillo, lo que arrastró a los hombres de empresa a construir canales. En efecto, la minería desarrollada en el norte, motivó a varios mineros  como los Cousiño, Subercaseaux, Urmeneta etc., a adquirir  haciendas en la zona central y dotarlas de estos canales de riego.

Si bien los  más importantes se construyeron a partir de la segunda mitad del siglo XIX, unas décadas antes, visionarios hombres de empresa iniciaron su construcción en la zona central. Entre ellos cabe destacar el canal de Waddington que tuvo como propósito conducir las aguas del río Aconcagua hasta Valparaíso (sólo llegó hasta Limache) y el de Pirque que fue construido en la ribera sur del Maipo. Esta obra, iniciada en 1834, se debió a la iniciativa de Ramón Subercaseaux Mercado, quien enriquecido a través de la plata de Arqueros, compró “unas áridas y dilatadas” tierras en Pirque convirtiéndolas en un vergel.

Luego, en la década de 1850 y en pleno período del boom exportador, fueron de gran trascendencia los canales de Las Mercedes y de Mallarauco que regaron extensas zonas del valle central junto con otros  que fueron construyéndose más hacia el sur, en Colchagua, Talca y Linares.

Un ejemplo de la magnitud de estas construcciones fue  el  canal de las Mercedes, realizado  gracias a la visión de los propietarios de las haciendas Las Mercedes e Ibacache, Manuel Montt y Domingo Matte respectivamente. Ellos idearon llevar las aguas del Mapocho –tras recibir los derrames del Zanjón de la Aguada- hasta sus propios fundos, asociándose posteriormente con José Manuel Balmaceda quien necesitaba irrigar la hacienda Miraflores. Estas tres haciendas, constituían una superficie de alrededor de  trece mil hectáreas.  Esta obra que duró treinta años en ser construida, puede considerarse como una de las de mayor aliento realizadas por la iniciativa particular: tenía una capacidad para llevar seis mil litros por segundo; un recorrido total de 120 kilómetros, de los cuales cerca de 100 se desarrollaron en faldeos de cerros; poseía tres túneles de 300 1.200 y 1.500 metros de longitud y un puente-acueducto de más de 700 metros de largo sobre el río Pangue al llegar a Curacaví.

Entre 1830 y 1880, los particulares  construyeron alrededor de cuatrocientos canales grandes, medianos y pequeños  contribuyendo notablemente al progreso del agro. El riego no sólo implicó la incorporación de nuevas tierras al cultivo, sino que además un aumento en la fertilidad de los suelos por el aporte de sedimentos finos y sales, entre otros.

Fuente: Patricia Arancibia Clavel La agronomía en la Agricultura Chilena. FAO 1994.