Pedro de Valdivia, nuestro primer emprendedor…

Pocos son los que recuerdan que tanto el descubrimiento como la conquista de nuestro territorio fue obra de empresarios privados quienes arriesgándolo todo marcaron con su impronta dos rasgos importantes de nuestra identidad: voluntarismo y espíritu de sacrificio. El ejemplo más claro es el de Pedro Valdivia.

A fuerza de empuje y sin un peso de ayuda del Estado español, Valdivia arriesgó su vida, se endeudó, buscó socios e invirtió todo su capital para llevar a cabo una empresa de suyo compleja, cargada de obstáculos y con muy pocas posibilidades de éxito: conquistar Chile, luego de la frustrada y fracasada expedición de Diego de Almagro. Como escribió el historiador Jaime Eyzaguirre, “en la tarea de engendrar a Chile a la cultura y a la historia, nada fue capaz de quebrantar la voluntad indomable de Valdivia: ni la aspereza del desierto, ni la adustez de la mole andina, ni el golpe de agua y de la lluvia, ni la fiereza nunca domada del araucano.”

Y es que Valdivia con sus 38 años a cuestas ya era un hombre de carácter, de esos que tienen conciencia de sus capacidades, fuerza en sus convicciones, fe en sus posibilidades; un hombre dueño y gestor de su propio destino, dispuesto a luchar por un sueño, incluso a riesgo que lo creyeran loco.

 “Cuando el marqués Francisco Pizarro me dio esta empresa, – le escribe al Emperador Carlos V en 1545- no había hombre que quisiera venir a esta tierra y los que más huían de ella eran los que trajo el adelantado Diego de Almagro, que como la desamparó , quedó tan mal infamada, que como de la pestilencia huían de ella; y aun muchas personas que me querían bien, y eran tenidos por cuerdos, no me tuvieron por tal cuando me vieron gastar la hacienda que tenía en empresa tan apartada del Perú y donde el Adelantado no había perseverado, habiendo gastado él  y en los que en su compañía vinieron, más de quinientos mil pesos oro.”

Resuelto a emprender la marcha y cumplir su sueño de gloria, fama y riqueza, Valdivia no escatimó esfuerzos.  Aparte de poner a disposición de esta empresa todo su capital, buscó con ahínco a inversionistas que creyeran en tan descabellada aventura. Después de mucho, logró que Francisco Martínez, un comerciante que recién llegaba de España le facilitara   armas, caballos y mercaderías valoradas a un precio muchísimo mayor al real, a cambio de la mitad de los beneficios que produjese la empresa. Algo de ayuda económica recibió también del capitán Alonso de Monroy, quien a la vez se allanó a acompañarlo en la expedición.

El reclutamiento de hombres fue tanto o más difícil que el financiamiento. No existían mayores incentivos que estimularan el emprendimiento por lo que partió del Cuzco tan sólo con once soldados y una sola mujer: Inés de Suarez, quien vendió sus joyas y todo lo que tenía para acompañar al hombre que amaba. El resto de los soldados, hasta completar ciento cincuenta, se fueron agregando en la marcha hacia el sur, provenientes principalmente de otra fracasada expedición al Alto Perú.

¿Y cuál era su sueño?

«Mi interés no es comprar un palmo (de tierra) en España, aunque tuviese un millón de ducados, sino servir a Vuestra Majestad con ellos, y que me haga en esta tierra mercedes para que de ellas después de mis días gocen mis herederos y quede memoria de mi y de ellos para adelante».

Pedro de Valdivia

Esta tarea fundadora exigía un duro y sostenido esfuerzo, serenidad frente a la adversidad, en síntesis, voluntad de ser.