Breve historia de la reserva en la historia de Chile

Compañía de oficiales de Reserva (CAOR)

Capitán José Luis Araneda Carrasco

Hoy en día el Ejército de Chile cuenta en sus filas con 3.500 reservistas activos, hombres y mujeres de distintas profesiones y oficios, quienes, motivados por un profundo amor a la patria y vocación de servicio, han decidido entregar voluntariamente parte de su tiempo, para capacitarse y prepararse militarmente y, por otra parte, colaborar con su experiencia y conocimientos en las tareas que el mando les asigne.

El origen de la Reserva del Ejército hunde sus raíces en el siglo XVI cuando por primera vez se organizó la participación civil de los vecinos en la defensa de las ciudades a través de las llamadas Milicias. Si bien en 1604 se creó el Ejército Permanente, durante todo el período colonial este fue complementado con las Milicias locales, organización que mandada e instruida por oficiales del Ejército, comenzó a aparecer en paradas y revistas militares desde 1608 en adelante. Una de sus unidades, el Batallón de Comercio, fundado en 1609 y que permaneció activo por dos siglos, aglutinaba a mercaderes de todas las clases y condiciones; la Compañía de Pardos, estaba formado por negros libres y mulatos con oficialidad propia, existiendo además, varias otras compañías integradas por vecinos en correspondencia con el barrio o ciudad que habitaban. Al final de la Colonia, las milicias contaban con cerca de 16.000 hombres y su existencia gravitó fuertemente en la conformación del espíritu militar de la sociedad de entonces, siendo además un efectivo mecanismo de ascenso y movilidad social. Los vistosos uniformes, otorgamiento de grados y fuero militar, eran símbolos de honor e hidalguía que muchos deseaban poseer.

Los reservistas de las Milicias tuvieron una participación activa en la Independencia, convirtiéndose en la base del Ejército Nacional. De hecho, la mayoría de los oficiales patriotas adquirieron su experiencia castrense en las milicias, siendo el más destacado O’Higgins, quien convocó además a muchos civiles de su zona a integrarse a la lucha. Consolidada la Independencia, en 1825 se creó oficialmente la Guardia Nacional a la que debían servir como voluntarios, durante diez años, todos aquellos hombres que no cumplieran funciones religiosas o de utilidad pública. Los “cívicos” como fueron llamados, prestaron un gran aporte al Ejército y al país ya que contemplaba una reserva militar de miles de hombres que podía ser movilizada en caso de emergencia nacional. De hecho, sus miembros fueron fundamentales en la Guerra contra la Confederación Perú Boliviana y en la Guerra del Pacífico.  La victoria que obtuvo el pueblo chileno en la batalla de Yungay de 1839 se debió en gran parte a los aguerridos cívicos que lucharon junto al Ejército contra la Confederación y, por otra parte, es conocida la valiente y decidida participación de la civilidad en la guerra de 1879. Provenientes de diferentes actividades y con una formación militar precaria, fueron miles los jóvenes patriotas que emulando el sacrificio de Prat, acudieron en masa y voluntariamente a empuñar las armas en defensa de nuestra bandera, luchando y mostrando gallardía y heroísmo hasta el último suspiro como en Tarapacá y La Concepción. Un caso ejemplar fue el batallón Cívico Atacama, compuesto por mineros y ciudadanos de Copiapó, unidad que participó en casi todas las batallas de la guerra.

La instauración en 1900 del servicio militar obligatorio y la reorganización del Ejército significó la disolución de la Guardia Nacional para dar paso a lo que hoy conocemos con el nombre de Reserva del Ejército de Chile. Durante el siglo XX, la conservación del espíritu militar en la sociedad civil quedó de manifiesta en la participación activa de los reservistas cada vez que el país se vio amenazado externamente. Así fue en 1920, cuando a raíz de problemas con nuestros vecinos del Norte, el Ejército llamó a participar en Cursos de Aspirantes a Oficiales de Reserva (CAOR) a jóvenes universitarios, siendo uno de los primeros inscritos Alberto Hurtado Cruchaga, estudiante de Derecho y futuro santo de la Iglesia Católica. Más tarde, en 1978, frente al conflicto del Beagle con Argentina, el Ejército contó con el valioso aporte de los reservistas, que alineados tras una causa ampliamente legitimada fortaleció el espíritu de cuerpo y la disposición al sacrificio, en el mayor despliegue estratégico de la historia chilena que sumó más de cien mil soldados a lo largo de toda la frontera nacional. Especial mención merecen los reservistas que se desplegaron en la zona magallánica.

Actualmente, en las 44 unidades del Ejército repartidas desde Visviri a la Antártica, existe un puñado de hombres y mujeres reservistas activos quienes, comprometidos con la defensa de nuestra soberanía, con la institución y nuestros valores patrios, han jurado “rendir la vida si fuera necesario” por Chile y nuestra bandera. En tiempos de paz, están prestos a cooperar en tareas de ayuda a la comunidad, siempre llevando con orgullo y prestancia el uniforme que los identifica como soldados de un Ejército siempre vencedor y jamás vencido.  

Noviembre 2022